Un artículo de Marta García,
fisioterapeuta de Tercera Actividad León – Fundación Santa María la Real, socia de Cluster SIV

En cuestión de envejecimiento activo existe una parte emocional y mental muy importante que se ocupa de cómo gestionar las transformaciones propias del envejecimiento desde un punto de vista más positivo y dinámico.

Según la OMS, la salud o el bienestar emocional es un “estado de ánimo en el cual la persona se da cuenta de sus propias aptitudes, puede afrontar las presiones normales de la vida, puede trabajar productiva y fructíferamente, y es capaz de hacer una contribución a la comunidad”.

A menudo, cuando nos vamos haciendo mayores, mantener una situación de bienestar emocional es cada vez más difícil, perdemos el control sobre muchas situaciones de nuestra vida (directa o indirectamente), tomamos consciencia de que vamos perdiendo capacidades tanto física como cognitivamente, nos aborda el miedo a perder la autonomía propia y a depender de otros para la toma de decisiones o, incluso, para gestionar la logística más simple en nuestro día a día.

Todo esto, sumado a la falta de herramientas, puede hacernos caer en un estado de miedo y preocupación constante que nos lleva a convivir de forma continua con una sensación de derrotismo que, a su vez, nos impedirá disfrutar esta nueva etapa vital con alegría y aprovechar todo lo que nos ofrece.

geriatricarea salud emocional
Aprender a relacionarse de forma más saludable con las emociones propias y el entorno es muy importante para sentirse más feliz y mejorar la salud emocional

¿Qué hacer cuando nos invaden las preocupaciones?

“No duermo bien porque me preocupo por mi familia, mis amigos, mis vecinos”, “me pongo nervioso ante cualquier dificultad, todo se me hace un mundo”, “no me apetece levantarme de la cama ni hacer nada, estoy todo el día sentado viendo la tele”, “siento a menudo que me falta el aire, lloro sin motivo”… Estas son algunas de las situaciones que nos abordan cuando vivimos en cierto estado de desanimo o abatimiento.

Aprender a relacionarse de forma más saludable con las emociones propias y el entorno es muy importante para sentirse más feliz. Aquí dejamos algunos consejos que, si se ponen en práctica, seguramente van a dar resultado:

  1. RESPIRAR: puede que suene absurdo, pero es esencial hacerlo de manera consciente. Todos respiramos continuamente, sino moriríamos, pero nos referimos a fijar la atención en nuestra respiración. Poner la atención y la intención en respirar profundamente y despacio, concentrarnos en el transcurso del aire por nuestro cuerpo.
    Cuando sentimos que una situación nos desborda: debemos pararnos un minuto, cerrar los ojos y solo respirar. Por qué es importante este ejercicio: durante un minuto interrumpimos la progresión mental que nos genera nerviosismo. Nos paramos y proporcionamos calma a nuestro cerebro, y también a nuestro corazón.
    Esto se debe a que, cuando respiramos profundamente, introducimos oxígeno en nuestro organismo y nutrimos la sangre, con lo cual ayudamos al corazón y al cerebro. Por no decir que nos estamos dedicando a nosotros un minuto en exclusiva, un minuto a calmarnos. Es aconsejable hacerlo el número de veces al día que lo necesitemos, siempre ayuda.

  2. HACER EJERCICIO A DIARIO: está sobradamente demostrado en una gran cantidad de estudios científicos que el hacer ejercicio a diario mejora el estado de ánimo. El cuerpo aumenta la producción de endorfinas, la hormona del buen humor. Lo idóneo es elegir el ejercicio que más nos guste: andar, nadar, realizar gimnasia en grupo…. se recomiendan sobre todo ejercicios grupales y mejor si pueden ser al aire libre, aunque cualquier clase de ejercicio es beneficioso.

  3. TOMAR EL SOL: la vitamina D es un compuesto que ayuda al calcio a fijarse a los huesos. La mejor manera de estimularla en el organismo es ponerse al sol (siempre tomando las precauciones correspondientes). Desde los meses de mayo a octubre debemos buscar las horas de menos radiación (antes de las 12 y después de las 19 horas). Una buena salud musculoesquelética evita dolores musculares, con lo cual evitaremos situaciones de malhumor o angustia por no sentirnos bien físicamente.

  4. BUSCAR UN PROPÓSITO: muchas veces este tipo de estados guardan estrecha relación con la falta de objetivos. El no sentirse útil supone para cada persona una cosa, por eso proponemos algunas situaciones como: ayudar a los hijos con la casa, el trabajo o los nietos; colaborar con alguna organización como persona voluntaria; pasar tiempo con un vecino que no pueda salir de casa… se trata de hacer algo que nos llene y nos haga sentir de utilidad.

  5. SOCIALIZAR: salir de casa para vernos con otras personas es importante. Muchas veces no tenemos ganas y cuanto menos lo hacemos más nos cuesta, sobre todo ahora que empieza a llegar el mal tiempo. Hacer amigos nuevos siempre es difícil y más cuando te vas haciendo mayor. No solo se trata de tener con quien hablar, se trata de buscar personas positivas que nos hagan reír y nos ayuden a sentirte nosotros mismos. La pérdida de viejos amigos también hace que uno no quiera relacionarse con nadie nuevo, pero a veces lo mejor está por venir, aunque no lo parezca.

  6. SER MÁS OBJETIVO: relativizar las situaciones que llegan a nuestra vida solo depende de nosotros mismos. Decidir centrarnos en lo que va mal o lo que nos preocupa y darle vueltas y vueltas, o tratar de ocupar nuestra mente con pensamientos más positivos y centrarnos en lo que tenemos para disfrutar de ella, es una decisión personal. Repetimos, dónde ponemos nuestra atención es una elección personal, independientemente de cuál sea nuestra situación real. Seguramente pensamos que es muy difícil, pero con la práctica se consigue todo. También es importante observar a nuestro alrededor y analizar los problemas ajenos, que a menudo son mucho más graves que los propios.

  7. DISFRUTAR DEL MOMENTO: poner atención y participar conscientemente. Es bueno centrarnos en los pequeños momentos diarios de los que disfrutamos y que, en ocasiones, pasan desapercibidos: comer o beber algo que nos gusta, hablar por teléfono con algún amigo, los días de sol, disfrutar de la siesta… La clave está en seguir haciendo los quehaceres diarios, pero poniendo atención y agradeciendo la posibilidad de vivir ese disfrute.

  8. SINCERARSE: a menudo pasamos tiempo con personas que nos desaniman. Por ello, proponemos que, de forma tranquila y sin enfadarnos con los demás, comuniquemos los desacuerdos con las situaciones que nos generan malestar. Manifestar nuestras emociones desde un diálogo abierto y relajado, sabiendo que sentir enfado, tristeza, ofensa o cualquier otra emoción no son motivo de vergüenza y no hay que esconderlas ni reprimirlas.

  9. BAILAR: sin ninguna duda, bailar sube el estado de ánimo. Le ocurre a todo el mundo (una vez se vence la vergüenza) porque, además de ser un ejercicio muy completo, permite múltiples opciones: podemos bailar en casa cuando nadie nos ve, con nuestra pareja o en clases de grupo. Bailemos donde más cómodos nos encontremos.
    Es bueno elegir música que nos inspire y que nos mueva; y aquí entran otra vez las emociones, debemos olvidarnos del “qué dirán” y disfrutar (fuera o dentro de casa). El baile es un acto de expresión emocional muy liberador, sobre todo si dejamos de tener en cuenta lo que pasa fuera de nuestra persona.

Ahora surgen las preguntas: ¿y cómo hago todo esto? Parecen muchas cosas, ¿verdad? La solución es buscar espacios de encuentro o sinergias, como por ejemplo dar un paseo al sol (a una hora saludable) acompañado de una persona con la que nos resulte agradable charlar, o ir al parque con nuestro nieto y jugar un rato con él, salir a bailar con nuestra pareja o con un amigo que disfrute también bailando, buscar actividades en grupo que se hagan al aire libre si es posible, organiza nosotros mismos una actividad en grupo con personas cercanas para crear un espacio de encuentro….

Lo principal es tener la voluntad de acudir a ese cambio que es, sobre todo, mental.