Con el fin de reducir de forma efectiva la brecha de género que existe en el abordaje de la cronicidad, desde la Plataforma de Organizaciones de Pacientes (POP) se pide un compromiso real para desarrollar políticas sanitarias y sociales.

En este sentido, la POP recuerda que el perfil más vulnerable de personas con cronicidad es el de mujeres mayores de 80 años, con ingresos y nivel de estudios bajos, con pluripatología y con barreras de comunicación con sus profesionales sanitarios que limitan su autocuidado.

Además, “estas mujeres asisten a menos consultas médicas y les resulta muy complicado acceder a recursos sociales, por lo que, aun necesitándola, reciben menos ayuda de su entorno familiar y profesional, afirma la presidenta de la POP, Carina Escobar.

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Las mujeres con enfermedades crónicas reciben menos ayuda de su entorno familiar y profesional para el abordaje de la cronicidad

La mayoría de las personas con enfermedades crónicas se relacionan menos como consecuencia de su enfermedad. A pesar de que en España la forma habitual de convivencia de las personas mayores de 64 años es en pareja, la soledad en esta población es un fenómeno creciente. Cerca de la mitad de las personas que viven solas (44%) tienen 65 años o más y, de ellas, el 71% son mujeres.

La disminución de las relaciones y de la vida social es un hecho constatado, que avanza a medida que se desarrolla la enfermedad y se agrava en situación de discapacidad y cronicidad. Por ello, “teniendo en cuenta que esta disminución de las relaciones condiciona su estado de salud, es importante que se pongan en marcha iniciativas encaminadas a paliar la creciente epidemia de soledad, con especial foco en las personas con mayor riesgo de fragilidad, como son las mujeres que en un 76% se encuentran en esta situación frente al 56% de los hombres”, recalca Carina Escobar.

Las enfermedades crónicas afectan al bienestar emocional

Además, las enfermedades crónicas afectan al bienestar emocional de las personas que conviven con ellas por las limitaciones que conllevan, esto impacta en la propia enfermedad, ya que los pacientes atiendan menos a los síntomas, se salten citas médicas o sean menos adherentes a sus tratamientos y un peor seguimiento de su enfermedad.

En este sentido, la POP recalca la importancia de la salud de las personas cuidadoras, un grupo formado en un 90% por mujeres, de las que el 19% además, tienen alguna enfermedad crónica y que actualmente, destinan diez horas más al día al cuidado de otras personas con cronicidad que los hombres.

“En este punto no podemos obviar que hasta un 38% de las mujeres con enfermedad crónica trabajan, frente al 32% de los hombres, otro dato que evidencia la desigualdad actual, pues en la gran mayoría de los casos, las mujeres no pueden dejar de trabajar a pesar de que su estado de salud no sea bueno”, afirma la presidenta de la POP.

El género debe ser considerado un determinante de la salud

Respecto a la protección social e incapacidad laboral, solo el 11% de las mujeres consigue el certificado de incapacidad laboral permanente, frente al 20% de los hombres; una diferencia que también se manifiesta en la obtención del certificado de discapacidad: mientras que el 43% de los hombres lo tienen, solo el 34% de las mujeres con enfermedad crónica lo consiguen. Además, en cuanto a pensiones contributivas, los hombres en un estado avanzado de acceden un 60% de ellas, frente al 16% de las mujeres.

Desde la POP también se denuncia que el tiempo de espera para la obtención de un diagnóstico es mayor en las mujeres con enfermedad crónica respecto a los hombres. En este sentido, la presidenta de la POP afirma que “la realidad es que el género debe ser considerado un determinante de la salud. Es necesario con datos sólidos e indicadores que ayuden a identificar todo aquello que genera desigualdad en el ámbito de la salud”.

A todo ello se une el hecho de que, pese a que ha mejorado, la participación de las mujeres en los ensayos clínicos e investigación biomédica “sigue siendo insuficiente” y es necesario “aflorar necesidades no cubiertas en fases iniciales de la investigación que tengan en cuenta el género para tener acceso a tratamientos más eficaces y seguros”, concluye Carina Escobar.