Un artículo de Victoria Eugenia Criado Montoya,
Odontólogo-Periodoncista
Profesora de la Cátedra de Periodoncia de la Facultad de Odontología de la Universidad Central de Venezuela
Envejecemos desde que nacemos. El envejecimiento debe concebirse como un proceso individual de cambio y evolución: “lo importante es llegar a la vejez, última etapa del proceso del envejecimiento, con calidad de vida, es decir, rodeado de condiciones que brinden un equilibrio tanto económico como social”. Esto puede considerarse envejecimiento activo. 1
Es cierto que el organismo humano experimenta el proceso de envejecimiento, en donde los tejidos pierden flexibilidad, los órganos reducen la calidad de sus funciones y el ritmo vital de las células se atenúa.
El envejecimiento existe, pero no es una enfermedad. La vejez puede ser un momento de la vida tan sano como otros, incluso con algunas funciones tanto o más eficaces que en etapas. La inteligencia, la capacidad de aprendizaje, la experiencia, la personalidad y los sentimientos son funciones que el hombre no pierde con la edad, sino que se enriquecen cualitativamente siempre y cuando encuentren un ambiente propicio.1
La enfermedad periodontal es una enfermedad inmunoinflamatoria de etiología multifactorial, que se asocia a una biopelícula disbiótica; incluye tanto gingivitis como periodontitis, esta última caracterizada principalmente por la disminución del soporte del tejido periodontal, que se manifiesta a través de la pérdida de inserción clínica, sacos periodontales, sangramiento al sondaje y pérdida ósea.2
Si la periodontitis no se trata, puede dar lugar a la pérdida prematura de los dientes, lo que afectará tanto a la masticación como a la estética, generando un impacto negativo en la calidad de vida del paciente.3
La periodontitis tiene una alta prevalencia en la población adulta, la forma más grave de esta enfermedad se estimó que afecta en torno al 11% de la población adulta, siendo la sexta patología crónica no transmisible más frecuente a nivel mundial.
Los resultados del estudio Global Burden of Disease han revelado que actualmente 1.100 millones de personas en el mundo padecen periodontitis avanzada.4 La periodontitis no sólo afecta localmente a la cavidad bucal, sino que también tiene efectos a nivel sistémico, iniciando o agravando patologías crónicas no transmisibles de origen inflamatorio y de elevada prevalencia, como las enfermedades vasculares, metabólicas, neurodegenerativas, autoinmunes y neoplásicas.5
La demencia se define como un síndrome clínico que se caracteriza por un deterioro persistente y progresivo de las funciones cerebrales superiores como: la memoria, el lenguaje, la orientación, el cálculo o la percepción espacial. El concepto de demencia hace referencia a un deterioro progresivo de las funciones cognitivas del paciente, que repercute en su funcionalidad y en el desempeño de sus actividades de la vida diaria.
Los casos de demencia aumentan de forma exponencial con la edad, constituyendo una de las principales causas de dependencia y discapacidad de la población de edad avanzada. Esta afección engloba trastornos como la enfermedad de Alzheimer (EA), la demencia vascular y otros tipos de demencia menos frecuentes, como la demencia con cuerpos de Lewy, la degeneración lobular frontotemporal o la demencia asociada al Parkinson.6
Las demencias degenerativas son entidades frecuentes en la población general, con una incidencia que aumenta con la edad, ya que éste es el principal factor de riesgo para la mayoría de ellas, particularmente para la enfermedad de Alzheimer.
En el último informe de la Asociación Americana de Alzheimer, se estima que en torno a 6,5 millones de estadounidenses mayores de 65 años presentan enfermedad de Alzheimer, y que el 73 % tienen más de 75 años.7 Se prevé que la prevalencia de la demencia podría aumentar hasta alcanzar a los 13,8 millones de personas en los EE. UU. en el año 2060.8
Mecanismos fisiopatológicos implicados en la relación entre la periodontitis y Alzheimer
Numerosos estudios han propuesto varios mecanismos fisiopatológicos por los que la periodontitis puede contribuir a la patogenia de la EA.9 10 11 12 Uno de estos es el paso de agentes patógenos y mediadores de inflamación de la cavidad bucal a la circulación sistémica. Cuando las barreras de defensa físicas, químicas o inmunológicas de la cavidad bucal están afectadas puede producirse una bacteriemia.
Las bacterias periodontopatógenas tienen el poder de romper el epitelio del saco periodontal y entrar directamente al torrente sanguíneo con sus endotoxinas y exotoxinas provocando una respuesta inflamatoria.
Existen evidencias, que, en actividades cotidianas como la masticación, el cepillado o el uso de hilo dental, e incluso cuando el periodoncista hace la tartrectomía y los raspados radiculares, se producen bacteriemias transitorias.13 14
Los patógenos periodontales y sus productos pueden inducir la producción de citocinas proinflamatorias, como la interleucina (IL) 1, la IL-6 y el factor de necrosis tumoral α; éstas pueden llegar a la circulación sistémica.
En etapas avanzadas de la enfermedad, la periodontitis puede producir un estado de inflamación sistémica, como demuestran algunos estudios, en los que los pacientes periodontales tienen niveles más altos de la proteína C reactiva y fibrinógenos, si se comparan con sujetos sanos, favoreciendo la aterogénesis y participando en inicio, formación y ruptura del trombo .10 18
Otra ruta fisiopatológica que podría relacionar ambas entidades implica el acceso al tejido cerebral de microorganismos que residen en la biopelícula dental, bien mediante la invasión tisular directa, bien a través de la circulación sanguínea o por los nervios periféricos.
Se han hallado periodontopatógenos como Aggregatibacter actinomycetemcomitans, Porphyromonas gingivalis, Tannerella forsythia, Fusobacterium nucleatum y Prevotella intermedia implicados en abscesos cerebrales, lo que demuestra su capacidad para invadir los tejidos cerebrales.
Un estudio indica que ciertas especies de Treponema oral, como el Treponema denticola, se detectan en mayor medida en cerebros afectados por EA que en los sujetos libres de esta enfermedad.15
Estos patógenos, o los mediadores inflamatorios que producen, pueden atravesar la barrera hematoencefálica y acceder al tejido cerebral, donde son capaces de desencadenar una cascada de reacciones que inducen la destrucción tisular.
Las lesiones cerebrales características de la EA son las placas neuríticas extracelulares originadas por deposición de ß-amiloide y los ovillos neurofibrilares constituidos por acúmulo intracelular de la proteína tau hiperfosforilada.16 (ver figura1)
¿Existe una asociación bidireccional entre periodontitis y la enfermedad de Alzheimer?
La enfermedad periodontal y la EA son patologías que comparten factores de riesgo tanto no modificables (edad, genética), como modificables (dieta, estilo de vida). En los pacientes con Alzheimer la periodontitis puede ser más grave por la dificultad que tienen en realizar adecuadamente las medidas rutinarias de higiene bucal y, a su vez, la periodontitis puede indirectamente incrementar el riesgo a desarrollar la enfermedad de Alzheimer.17
En este sentido, se crea la tentación de especular que el mantenimiento de una buena salud bucal, podría llegar a ser una medida profiláctica contra la enfermedad de Alzheimer. Por tanto, cuando se trata un paciente periodontal, el objetivo del odontólogo no deberá limitarse a la boca, sino que tiene que ampliar el enfoque y ver más allá, para obtener la salud completa del paciente bajo una visión más integral.
Conclusiones
La enfermedad periodontal está asociada con la enfermedad de Alzheimer. La condición periodontal de los pacientes con EA empeora a medida que ésta progresa, y el riesgo de desarrollar Alzheimer es mayor en pacientes con problemas periodontales.
Está claro que las personas con EA deben someterse a pruebas de detección de enfermedades periodontales, y recibir la atención dental adecuada para mejorar su salud general y su calidad de vida. También es importante que prioricen su salud bucal y mantengan su atención médica para controlar tanto sus afecciones como medicamentos de manera adecuada. Las visitas regulares al odontólogo y una buena higiene bucal, incluidos el cepillado diario, el uso de hilo dental y el enjuague bucal, pueden ayudar a evitar y controlar la enfermedad periodontal.
Debemos prestar especial atención a los aspectos psicológicos y psiquiátricos de la salud de los adultos mayores, ya que estos por el desgaste y envejecimiento de su sistema nervioso, son propensos a enfermedades de carácter neurológico y degenerativo. Llegar a tiempo en la prevención de estos casos es especialmente apremiante.
Por eso, conviene ser previsivos y tener un envejecimiento activo cuando hemos llegado a la edad madura. Debemos dotarnos en lo posible de un salvoconducto para la vejez, que es la prevención y el cuidado de hábitos saludables, que probablemente enriquecerán nuestra calidad de vida cuando se acerque el momento.
Bibliografía
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