Un artículo de Julián Andrés Mareus Rodríguez,
Médico unidad de investigación de Colisée Isabel Roig Barcelona

El deterioro cognitivo no es solo una cuestión médica, es una realidad que toca la vida de miles de personas y familias. Con el paso del tiempo, el envejecimiento natural provoca cambios en nuestro cerebro como la pérdida progresiva de neuronas y la ralentización de las funciones cerebrales.

Pero no es solo la edad la que influye, enfermedades crónicas como la diabetes, la hipertensión o el Alzheimer, junto con hábitos poco saludables —como el sedentarismo, el tabaco o el aislamiento social—, aumentan el riesgo de que esas capacidades que nos conectan con el mundo se deterioren.

Cuando hablamos de nuestros mayores, habitualmente son personas que toman múltiples medicamentos al día o que necesitan ayuda en su vida diaria, son un grupo especialmente sensible. Pero detrás de cada dato, de cada diagnóstico, hay una persona con su historia, con su familia y con un presente que todavía merece ser vivido con dignidad, cariño y acompañamiento.

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En el abordaje terapéutico en deterioro cognitivo y demencia se debe contemplar no solo las necesidades neurobiológicas, sino también las psicosociales

Claves para prevenir el deterioro cognitivo

La prevención del deterioro cognitivo es una herramienta esencial para preservar la salud cerebral y la autonomía en las etapas más avanzadas de la vida. Aunque el envejecimiento es un proceso natural e inevitable, mantener hábitos saludables puede retrasar o incluso frenar la pérdida de capacidades mentales.

La clave está en actuar de manera temprana y constante, incorporando rutinas que estimulen el cerebro y favorezcan el bienestar emocional:

  • Dieta equilibrada rica en antioxidantes, grasas saludables y baja en azúcares y grasas saturadas.
  • Ejercicio físico habitual, tanto aeróbico como de fuerza, para mejorar el flujo sanguíneo cerebral y estimular neurogénesis.
  • Sueño reparador que favorece la consolidación de la memoria y restauración cerebral.
  • Control y reducción del estrés mediante técnicas de relajación (meditación, yoga).
  • Estimulación cognitiva constante: aprender cosas nuevas (idiomas, música), lectura, juegos de mesa o videojuegos que ejercitan atención y memoria.
  • Mantener una vida social activa para evitar aislamiento, lo cual protege funciones cognitivas.
  • Seguimiento médico para detectar y controlar factores de riesgo y enfermedades asociadas.

Adoptar un estilo de vida activo, curioso y equilibrado protege la memoria y regala más momentos de lucidez, más independencia y, sobre todo, más oportunidades de disfrutar de la vida con sentido y conexión con quienes nos rodean.

Tratamientos integrales

El abordaje terapéutico en deterioro cognitivo y demencia debe ser integral y multidimensional. En Colisée tenemos una atención especialmente cuidadosa de las personas con demencia, conscientes de que debemos contemplar no solo las necesidades neurobiológicas, sino también las psicosociales.

  • Terapias de intervención cognitiva basadas en neuroplasticidad para estimular las áreas funcionales del cerebro y retrasar el declive. Se adaptan a las capacidades individuales y pueden incluir ejercicios, actividades recreativas y tecnológicas.
  • Valoración Farmacológica y racionalización del uso de medicamentos. Dado que el abordaje integral incluye tanto fármacos cognitivos como otros medicamentos de apoyo, resulta fundamental realizar valoraciones periódicas de la prescripción farmacológica. En las edades avanzadas, la polifarmacia representa un riesgo significativo que puede empeorar la función cognitiva, por lo que la revisión y racionalización del tratamiento es esencial para optimizar los beneficios terapéuticos y minimizar efectos adversos.
  • Apoyo emocional y espacios para compartir son esenciales para el bienestar global del paciente.

Así pues, en nuestras Comunidades contamos con Unidades de Vida Protegida (UVP) que contribuyen a que las personas con demencia mantengan unos niveles de autonomía aceptables, facilitando así la toma de decisiones en su vida y estimulando todas sus capacidades mentales superiores.

Contamos con psicólogos/as, neuropsicólogos/as, fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales y animadores/as socioculturales que ayudan a los mayores a desarrollar las actividades necesarias para convertir nuestras instalaciones en entornos domésticos similares a un hogar.

El papel del cuidador como agente clave

Cuando una persona sufre deterioro cognitivo, la figura del cuidador adquiere un papel esencial, actuando como apoyo emocional, guía y facilitador de la autonomía de la persona, ayudando a ralentizar la pérdida de capacidades y a mantener una rutina estructurada:

  • Aprende a identificar cambios conductuales y cognitivos para ajustar el cuidado.
  • Proporciona acompañamiento emocional y social, fomentando la calidad de vida.
  • Coordina con profesionales para asegurar una atención integral.
  • Cuida de su propia salud física y emocional para prevenir el desgaste o síndrome del cuidador, que puede afectar su capacidad de ayuda.
  • Características personales del cuidador, su forma de afrontar la enfermedad y su apoyo social influyen en la evolución del paciente.

Las características personales del cuidador, su manera de afrontar la enfermedad y el apoyo con el que cuenta influyen directamente en la evolución del paciente. Pero, más allá de lo clínico, cada gesto de paciencia, cada palabra de ánimo y cada instante de compañía son una medicina que sostiene no solo la salud, sino también la dignidad de la persona cuidada.

Comprometerse con el envejecimiento saludable para una sociedad sostenible

El deterioro cognitivo rara vez aparece de manera aislada; con frecuencia se asocia a otras enfermedades que pueden acelerar su evolución o intensificar sus síntomas, como las demencias neurodegenerativas (Alzheimer, demencia vascular, Parkinson) o trastornos del ánimo como la depresión y la ansiedad. Otros factores como trastornos del sueño, dolor crónico, inmovilidad o caídas también pueden afectar negativamente las funciones cognitivas.

Conocer estos factores nos permite desarrollar estrategias de prevención y cuidado más efectivas, orientadas a preservar la autonomía, la calidad de vida y el bienestar de las personas mayores. Fomentar hábitos saludables, ofrecer acompañamiento adecuado y atender tanto la salud física como emocional son pilares esenciales para alcanzar un envejecimiento activo y pleno.

Referencias bibliográficas: