El estrés y las altas temperaturas pueden alterar la calidad del sueño, que es clave para el correcto funcionamiento físico y mental. Esta alteración del sueño favorece un estado de fatiga acumulada que, si se prolonga, puede derivar en consecuencias tanto cognitivas como emocionales, que pueden ser especialmente preocupantes en el caso de las personas de edad avanzada.

La falta de sueño es un problema en la sociedad actual por su frecuencia y sus consecuencias para la salud. Según la Sociedad Española de Sueño (SES), alrededor del 30% de la población se despierta cada día con la sensación de no haber descansado adecuadamente. Esta situación compromete el bienestar diario y aumenta el riesgo de desarrollar trastornos físicos y mentales.

geriatricarea Trastornos del sueño
El calor extremo afecta a la calidad del sueño, lo que compromete el equilibrio físico, emocional y cognitivo

Es por ello que la Organización Mundial de la Salud (OMS) aconseja dormir entre 7 y 9 horas por noche para mantener un equilibrio físico, emocional y cognitivo. Dormir menos de seis horas habitualmente se asocia con una peor calidad de vida y un mayor riesgo de deterioro cognitivo a largo plazo.

Entre los factores que más dificultan el descanso adecuado, destacan el estrés y las condiciones ambientales adversas, como el calor extremo. Ambos factores, si se mantienen en el tiempo, impactan directamente en la función cognitiva, es decir, afectan la memoria, la atención y la regulación emocional, lo que dificulta el rendimiento diario y aumenta el riesgo de problemas de salud mental.

Consecuencias de la falta de sueño

Por eso, no conseguir un descanso reparador afecta al funcionamiento del cerebro y al bienestar emocional. Los expertos de Cigna Healthcare, división de TheCigna Group especializada en seguros de salud, destacan como las consecuencias más frecuentes:

  • Deterioro de la memoria
    Durante el sueño profundo, el cerebro procesa la información recogida durante el día y la transfiere a la memoria a largo plazo. Sin un descanso adecuado, este proceso se interrumpe, disminuyendo la capacidad para retener información. Esto dificulta el aprendizaje y el recuerdo de datos importantes. Para proteger esta función, es fundamental mantener horarios regulares de sueño y reducir, antes de acostarse, la exposición a pantallas y el consumo de estimulantes como la cafeína.

  • Disminución de la concentración y atención
    La falta de sueño afecta la actividad de la corteza prefrontal, la zona del cerebro responsable de la atención y el control ejecutivo. Esto provoca una menor capacidad para concentrarse, procesar información compleja y reaccionar ante estímulos. Por ello, se recomienda hacer pausas activas a lo largo del día, como dar un paseo o hacer ejercicio, lo que restaura la energía mental y mejorar el rendimiento cognitivo.

  • Alteraciones en la regulación emocional
    El sueño ayuda a regular los niveles de neurotransmisores como la serotonina y la dopamina, involucrados en el control de las emociones y la respuesta al estrés. Además, la corteza prefrontal mencionada anteriormente, también juega un papel fundamental en la gestión emocional y el control de impulsos.
    Cuando el descanso es insuficiente, este equilibrio se rompe, ello aumenta la irritabilidad, la ansiedad y dificulta la capacidad de regular las respuestas emocionales. Por eso, son útiles las técnicas de relajación como la meditación o el mindfulness antes de acostarse para reducir la activación cerebral.

  • Reducción de reflejos y tiempos de reacción
    Dormir poco interfiere con la función del sistema nervioso central, lo que ralentiza la transmisión de señales entre el cerebro y el cuerpo. Esto afecta los reflejos y la coordinación motora, lo que aumenta el riesgo de accidentes en tareas que requieren rapidez y precisión. Es esencial crear un ambiente adecuado para el sueño, sin estímulos audiovisuales, para favorecer un sueño continuo y profundo.

  • Impacto negativo en la salud mental a largo plazo
    La falta de sueño afecta la producción y regulación de hormonas y neurotransmisores tales como el GABA, el glutamato y el cortisol, que influyen en el estado de ánimo. Esta alteración puede aumentar el riesgo de desarrollar trastornos como la depresión y la ansiedad o producir cuadros similares donde el tratamiento radica en trabajar en una buena higiene del sueño.
    La privación de sueño puede empeorar síntomas depresivos, pero un trastorno depresivo puede a su vez empeorar la calidad de sueño, así que ante problemas persistentes, es fundamental consultar con profesionales de la salud.