A fecha 14 de octubre, del total de fallecimientos por Covid-19 en los 20 países de los que se dispone de información, los fallecimientos en residencias representan el 46% del total, tal y como revela el informe del SIIS para Aubixa Fundazioa sobre la “Incidencia del COVID-19 en las residencias para personas mayores y de las medidas adoptadas para su prevención y control”.

Con reservas por la falta de información fidedigna, los datos indican que la rapidez en la reacción podría ser una de las claves para explicar las diferencias entre países en términos de mortalidad para las personas que viven en residencias; así como los diversos modelos de atención y, como aproximación indirecta a los mismos, el gasto en bienestar social.

En el caso del Estado Español los datos disponibles sobre el número de personas contagiadas y fallecidas por a 7 de octubre del 2020 muestran que de un total de 32.929 fallecimientos, de los que 20.649 fueron de personas que vivían en residencias de mayores. A pesar de que los datos están dispersos y no son consistentes para las diferentes comunidades autónomas, el impacto en el sector residencial ha sido muy intenso, tanto en términos de contagios como de costo de vida humanas, además de suponer la conculcación de derechos básicos de muchas personas.


Este informe realiza una revisión narrativa de la evidencia disponible sobre el impacto que ha tenido el COVID-19 en el sector de la atención residencial para personas mayores a nivel nacional e internacional

Tal y como se señala en este informe, España es uno de los países del mundo con mayor tasa de mortalidad en centros residenciales para personas mayores, aunque ha de tenerse en cuenta que la comparación de los datos relativos a diferentes países presenta algunas limitaciones, debido a que las cifras no son totalmente homogéneas.

De acuerdo con la información recopilada por una red internacional de expertos en políticas sociales en el portal ltccovid.org, a principios de octubre, las tasas más bajas de mortalidad en centros residenciales –de entre un 0,01%y un 0,04% de la población residencializada– se encuentran en países asiáticos (Hong Kong, Corea del Sur y Singapur) y en Nueva Zelanda; un segundo bloque de países con tasas de mortalidad bajas –inferiores al 0,5% de la población en residencias– serían los del centro y norte de Europa (Austria, Alemania, Dinamarca, Finlandia, Hungría y Noruega), además de Australia; finalmente, las tasas más elevadas de mortalidad –superiores al 5% de la población en residencias– se dan en Bélgica, Reino Unido y España.

Hay que tener en cuenta, por otra parte, que estos datos no son definitivos, ya que las cifras se refieren a muertes acumuladas y la situación a nivel mundial está cambiando rápidamente, de manera que algunos de los países que hasta junio habían tenido una mortalidad baja en residencias (como Australia o Dinamarca) han sufrido un fuerte incremento del número de casos en lo que llevamos de segunda ola de la pandemia. En consecuencia, la tasa de mortalidad acumulada en los centros residenciales -y el ranking de cada país en la clasificación- podría variar sustancialmente dependiendo de la evolución de la pandemiaen cada país.

En relación con la cuestión de si la población mayor que vive en centros residenciales se ha visto más afectada que la población de la misma edad y grado de dependencia que vive en la comunidad, la revisión realizada no ha identificado ningún estudio en el que se haya analizado el riesgo relativo de las personas mayores que viven en residencias, frente a una población comparable en términos de edad, nivel de dependencia y presencia de comorbilidad que vive en la comunidad.

En el único estudio epidemiológico de base poblacional detectado que incluye información acerca de si la persona vive en una residencia, realizado en Cataluña, las personas mayores de 85 años presentaban, en conjunto, una tasa de letalidad (fallecimientos sobre contagios) del 29,1%; superior, por lo tanto, a la tasa de letalidad que se recogía para las personas usuarias de centros residenciales, que era del 25,3% (Prieto-Alhambra, y otros 2020).

No se puede descartar que las personas mayores que viven en centros residenciales se contagien más fácilmente pero, a pesar de todo, al menos con los datos actuales disponibles, no se puede afirmar que la población en residencias se haya visto afectada en mayor medida que la población general de la misma edad y grado de dependencia, señalan desde Aubixa Fundazioa.

En cualquier caso, el drama de las personas fallecidas en residencias no solo no se debe de ocultar, sino que debe de ser objeto de análisis y reflexión por parte de nuestra sociedad, porque a todos nos compete. En este sentido, con este su primer informe Aubixa Fundazioa pretende arrojar luz, para ahondar en los cambios que hacen falta en los cuidados de larga duración, que abordar diversas áreas comenzando por la necesidad de transformar los modelos de comprender la vejez y el envejecimiento que integren más y mejor autonomía y dependencia, asumiendo que la vulnerabilidad forma parte de toda nuestra vida.

Además se deben superar modelos que se centran exclusivamente en la autonomía y que soslayan o niegan, que la vejez, también es vulnerabilidad. «Mientras la dependencia se viva como un fracaso, mientras que el cuidado sea algo ‘feo’, a ocultar, propio de lo que hay dentro de la casa y de las mujeres (hasta ahora han sido las mujeres las que han cuidado, y lo siguen haciendo), ¡quien va a querer estar en el lado de los fracasados, de lo feo!», señalan desde esta entidad. Este informe se conecta también directamente con uno de los objetivos de Aubixa Fundazioa: elevar el cuidado a la categoría de máxima prioridad social.

Las personas interesadas pueden acceder aqui al estudio «Revisión de la incidencia del COVID-19 en las residencias para personas mayores y de las medidas adoptadas para su prevención y control», elaborado por SIIS (Servicio de Información e Investigación Social) para Aubixa Fundazioa.