Pese a que se trata de un instrumento jurídico que conoce más del 90% de la población, y que aporta seguridad jurídica y evita conflictos familiares, solo uno de cada cuatro españoles hace testamento, tal y como indica un estudio promovido por Fundación ONCE, ILUNION Seguros, Laboral Kutxa, Fundación Aequitas y Fundación Edad&Vida.

Con el objetivo de conocer cómo planifican los españoles el final de su vida, y bajo el título La Planificación de la Última Etapa de la Vida: Claves para afrontar el envejecimiento y el aumento de la esperanza de vida, más de 1.300 ciudadanos de distintas edades han participado a través de una encuesta en este estudio que se llevó a cabo entre 2019 y 2020.

Este estudio ontó también con 14 entrevistas en profundidad a ciudadanos de varios segmentos de edad y con un estudio Delphi a 24 expertos en demografía, psicología, sociología, medicina, notaría, abogacía y economía.

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El objetivo de este estudio es conocer cómo planifican los españoles el final de su vida

El informe indica que el 24,9% de los encuestados dijeron haber hecho testamento, una cifra muy superior a la relativa del documento de voluntades anticipadas, firmado por un 5,9%, y a la de los poderes preventivos, suscritos únicamente por un 2,4% de la población. El 59,9% de los entrevistados no había otorgado ninguno de los tres instrumentos.

De todos estos instrumentos de protección legal, el testamento, con un 90,6%, es el instrumento más conocido por la ciudadanía. Por el contrario, el documento de voluntades anticipadas y los poderes preventivos, que garantizan los intereses de las personas desde el punto de vista personal como patrimonial, se sitúan con un conocimiento del 52,4% y un 26,5%, respectivamente.

“Las personas mayores son las que más han suscrito estos instrumentos, sobre todo el testamento y el documento de voluntades anticipadas. La edad, el nivel de ingresos y de estudios está correlacionado positivamente con el nivel de otorgamiento”, señalan los autores de este estudio, en el que se alerta de la necesidad de promover una mayor cultura de la planificación en los ciudadanos.

En este sentido, se recalca la necesidad de que integren sus decisiones de futuro a lo largo de toda la vida, pensando menos en lo que han vivido y más en el potencial de lo que les queda por vivir, aceptando la incertidumbre y los condicionantes de la última etapa de la vida y también su finitud.

Esta mayor previsión ha de ir acompañada de un cambio de actitudes y comportamientos en temas como el ahorro finalista para la jubilación, la educación y la prevención de la salud y la aceptación de la muerte.

Las personas interesadas pueden consultar aquí el documento La Planificación de la Última Etapa de la Vida: Claves para afrontar el envejecimiento y el aumento de la esperanza de vida.