geriatricarea ana soto audika


Un artículo de Ana Soto Ruíz,
Técnico Superior en Audiología Protésica en Audika España

El paso del tiempo hace cada vez más evidente que el bienestar emocional y la salud mental desempeñan un papel esencial en la calidad de vida. Dentro de ese bienestar integral, la salud auditiva, con demasiada frecuencia infravalorada, se revela como un factor decisivo. Las evidencias científicas lo confirman: existe una estrecha relación entre la capacidad de oír y el estado emocional, cognitivo y social de las personas mayores.

Oír bien no es solo una cuestión sensorial: es la base de la comunicación, la participación social y la autonomía personal. Cuando la capacidad auditiva se ve mermada, se produce una desconexión progresiva del entorno. Las conversaciones se vuelven incomprensibles, las reuniones familiares generan frustración, y las actividades en grupo pierden su atractivo. Esta barrera invisible acaba derivando, en muchos casos, en aislamiento social, uno de los principales factores de riesgo para el deterioro cognitivo, la depresión y la ansiedad en la tercera edad.

Según un estudio reciente de Audika, el 66% de los mayores de 50 años tiene problemas auditivos y tiene que realizar esfuerzos para entender lo que se dice en las conversaciones en las que participa. Y, sin embargo, solo una pequeña parte de ellas recibe diagnóstico y tratamiento de audición adecuados. La pérdida auditiva sigue viéndose como una consecuencia “normal” del envejecimiento, en lugar de una condición de salud tratable con importantes implicaciones emocionales y funcionales.

Geriatricarea el impacto de la audición en la salud mental
Cuidar la audición es apostar por una vejez activa, participativa y emocionalmente plena

Impacto en la salud emocional: más allá de oír

Nuestro estudio también indicaba que más del 40% de las personas mayores de 50 años con pérdida auditiva no tratada declara sentirse sola o aislada. Además, el 58% afirma que la pérdida auditiva ha afectado negativamente a su salud mental, provocando emociones como ansiedad, tristeza, frustración o pérdida de autoestima. Estas cifras reflejan con claridad que el oído no solo capta sonidos, sino que conecta a las personas con su entorno y consigo mismas.

La dificultad para participar en conversaciones puede generar sentimientos de inutilidad o incapacidad, especialmente en personas que antes llevaban una vida social activa. Esta desconexión emocional también tiene consecuencias físicas. La relación entre salud mental y salud general es bidireccional: la tristeza persistente y el estrés emocional favorecen el deterioro inmunológico, el insomnio y otros trastornos crónicos. Por ello, cuidar de la audición es también cuidar del equilibrio emocional y del bienestar general del individuo.

Uno de los vínculos más preocupantes revelados por la investigación científica es el que existe entre la pérdida auditiva y el deterioro cognitivo. La hipoacusia no tratada puede aumentar hasta un 40% el riesgo de demencia, ya que el cerebro debe esforzarse más para “rellenar” los vacíos auditivos, desviando recursos que normalmente se usarían en funciones como la memoria o el razonamiento.

Además, la falta de estímulos auditivos lleva a una menor actividad cerebral en zonas relacionadas con la audición, lo que puede fomentar la atrofia cortical. En definitiva, el oído y el cerebro trabajan en estrecha sintonía, y cuando uno falla, el otro puede verse comprometido.

El estigma de los audífonos: una barrera que debemos romper

A pesar de estos datos, muchas personas mayores siguen posponiendo la revisión auditiva. El uso de audífonos todavía arrastra un estigma que no afecta, por ejemplo, al uso de gafas. Mientras que corregir la visión se asume con naturalidad, la necesidad de un audífono se percibe, erróneamente, como un símbolo de decadencia o debilidad.

Este estigma social impide que muchas personas accedan a soluciones auditivas eficaces, prolongando su malestar emocional y deterioro funcional. Según el estudio de Audika, el 30% de las personas con pérdida auditiva no trata su condición por vergüenza o por miedo a parecer mayores. Romper este tabú y normalizar el uso de audífonos debe ser una prioridad para profesionales, cuidadores y familiares.

La buena noticia es que, a diferencia de otras condiciones asociadas al envejecimiento, la pérdida auditiva puede tratarse con éxito. Las soluciones auditivas actuales —desde audífonos inteligentes hasta terapias de reentrenamiento auditivo— ofrecen resultados muy positivos, siempre que se realice un diagnóstico temprano.

El primer paso es incorporar la revisión auditiva periódica a los chequeos de salud habituales en personas mayores, del mismo modo que se monitoriza la presión arterial o el nivel de glucosa. A partir de los 55 años se recomienda realizar una audiometría anual que permita detectar pérdidas auditivas incipientes y tratarlas cuanto antes.

Además, es fundamental ofrecer acompañamiento emocional durante el proceso de adaptación al uso de audífonos. Contar con profesionales especializados en salud auditiva, que escuchen y comprendan las necesidades de cada persona, mejora notablemente la adherencia al tratamiento y los beneficios percibidos.

Un enfoque integral: oír mejor, vivir mejor

Cuidar la audición es mucho más que “solucionar un problema del oído”: es apostar por una vejez activa, participativa y emocionalmente plena. Por eso, los profesionales que trabajan con población geriátrica —médicos, psicólogos, terapeutas ocupacionales, trabajadores sociales— deben incluir la salud auditiva como parte de su enfoque integral.

Al sensibilizar a las personas mayores sobre la importancia de oír bien, ofrecer información clara y accesible sobre los recursos disponibles, y fomentar una actitud positiva hacia el uso de ayudas auditivas, contribuimos a mejorar su calidad de vida en todas sus dimensiones.

En un momento en que se reivindica el envejecimiento activo y saludable, no podemos permitirnos ignorar una realidad que afecta a millones de personas. La salud auditiva es una pieza clave del puzle del bienestar emocional. Y cada persona que vuelve a oír con nitidez no solo recupera sonidos, sino también conversaciones, vínculos, experiencias… en definitiva, recupera vida.