Un artículo de Sanitas Mayores

A medida que aumenta la esperanza de vida, también lo hace la frecuencia con la que las personas mayores conviven con enfermedades crónicas. Estas afecciones, de carácter progresivo y persistente, impactan no solo en la salud física, sino también en la capacidad funcional, el estado emocional y la vida social de quienes las padecen.

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Abordar las enfermedades crónicas en la vejez requiere entender la situación en toda su complejidad

Entre las dolencias más comunes destacan la diabetes tipo 2, la hipertensión, las afecciones cardiovasculares, la artrosis, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y trastornos neurodegenerativos como el Alzheimer o el Parkinson. Todas ellas tienen un impacto significativo en la calidad de vida, afectando en muchos casos a la autonomía personal y el bienestar cotidiano.

La magnitud del problema es evidente si atendemos a los datos. Según la Encuesta Europea de Salud en España (2020), en el grupo de 65 a 74 años, el 78, % de los hombres y el 85,2% de las mujeres declararon padecer al menos una enfermedad crónica. Para las personas entre los 75 y los 84 años, la prevalencia aumenta hasta el 88% en hombres y el 91,5% en mujeres.

Una característica especialmente relevante en esta etapa de la vida es la pluripatología, es decir, la coexistencia de varias enfermedades crónicas en un mismo individuo. Esta situación complica los tratamientos y exige un enfoque médico integral que contemple al paciente desde una perspectiva global, no solo como un conjunto de síntomas. A ello se suman los cambios fisiológicos propios del envejecimiento, que pueden modificar la forma en que se presentan los síntomas o la manera en que el organismo responde a los fármacos.

Las consecuencias de estas patologías van mucho más allá del diagnóstico. La pérdida de autonomía, derivada del deterioro funcional progresivo, es una de las principales preocupaciones. Actividades cotidianas como caminar, asearse o preparar la comida pueden convertirse en desafíos, lo que contribuye al aislamiento social, a la disminución de la autoestima y, con frecuencia, al desarrollo de estados depresivos.

Frente a esta realidad compleja, la atención debe ser integral, ajustada a las necesidades de cada individuo y coordinada entre distintos profesionales. Resulta esencial contar con un acompañamiento experto, cuidados geriátricos especializados, programas de ejercicio adaptado y soporte psicológico, todos ellos enfocados en preservar la autonomía y mejorar el día a día

La prevención no pierde valor con el tiempo, especialmente entre la población mayor. Si bien no siempre es posible evitar la aparición de enfermedades crónicas, sí se puede ralentizar su evolución y evitar complicaciones.

Hábitos saludables como una alimentación equilibrada, el ejercicio regular, el abandono del tabaco y un consumo responsable de alcohol tienen efectos beneficiosos a cualquier edad. Además, los chequeos médicos periódicos permiten identificar precozmente factores de riesgo como la hipertensión o el colesterol elevado.

En definitiva, abordar las enfermedades crónicas en la vejez va más allá del tratamiento de los síntomas: requiere entender la situación en toda su complejidad, atendiendo no solo a sus necesidades físicas, sino también a sus dimensiones emocionales y sociales.