
Un artículo de Osvaldo J. Hernández,
Catedrático del Departamento de Ciencias Sociales, Educación y Humanidades, Recinto de San Germán – Universidad Interamericana de Puerto Rico
El envejecimiento poblacional representa uno de los mayores desafíos de salud pública del siglo XXI. A medida que aumenta la esperanza de vida, también lo hace la prevalencia de enfermedades crónicas, muchas de las cuales son prevenibles. Frente a este panorama, la prevención adquiere un papel protagónico, especialmente cuando se implementa desde etapas tempranas de la vida.
En este contexto, la educación en salud se posiciona como una herramienta estratégica para fomentar estilos de vida saludables y reducir la carga de enfermedades en la vejez. Este escrito explora cómo la educación puede contribuir a un envejecimiento saludable, analizando su impacto en la prevención de enfermedades crónicas y proponiendo líneas de acción para su fortalecimiento.
«La función de proteger y desarrollar la salud debe ocupar un lugar incluso más alto que la de restaurarla cuando está deteriorada.»
Hipócrates
Esta cita resume un principio fundamental de la salud pública: la prevención es más poderosa y efectiva que el tratamiento. En lugar de esperar a que las personas se enfermen para intervenir, es más sabio y eficiente crear condiciones que promuevan la salud desde el principio.
La prevención en salud pública comprende un conjunto de acciones orientadas a evitar la aparición, progresión o complicaciones de enfermedades, con el objetivo de mejorar el bienestar general de la población.¹ Esta incluye actividades de promoción de la salud que fomentan estilos de vida saludables y limitan la aparición inicial de enfermedades crónicas.²

Se reconocen tres niveles de prevención: primaria, secundaria y terciaria. La prevención primaria busca impedir que las enfermedades ocurran, actuando sobre los factores de riesgo antes de que se manifieste cualquier síntoma.
La prevención secundaria se enfoca en la detección temprana y el tratamiento oportuno de enfermedades en sus etapas iniciales, mientras que la prevención terciaria tiene como propósito reducir el impacto de enfermedades ya establecidas, mediante la rehabilitación y el control de complicaciones.
Dentro del marco de la prevención primaria, la educación en salud emerge como una herramienta fundamental para fomentar estilos de vida saludables y reducir la exposición a factores de riesgo. A través de la educación, se promueve el conocimiento sobre prácticas como la alimentación equilibrada, la actividad física regular, la higiene personal, la vacunación y la salud mental. Estas acciones no solo previenen enfermedades infecciosas, sino también condiciones crónicas como la diabetes, la hipertensión y las enfermedades cardiovasculares.¹
Aunque las enfermedades crónicas se encuentran entre los problemas de salud más comunes y costosos, también son de los más prevenibles.² Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), 6 de cada 10 adultos en Estados Unidos (60 %) viven con al menos una enfermedad crónica, como enfermedades cardíacas, cáncer, enfermedades pulmonares, accidentes cerebrovasculares, Alzheimer, diabetes o enfermedades renales; y 4 de cada 10 adultos (40 %) tienen dos o más condiciones crónicas.³
El CDC destaca que varios comportamientos de riesgo modificables (actividad física, nutrición, tabaco, alcohol) para la salud son responsables de las principales enfermedades y muertes relacionadas con condiciones crónicas.
La actividad física es una de las actividades más importantes que una persona puede hacer para mantenerse saludable. Esta no solo está asociada a un aumento en las probabilidades de vivir más tiempo, sino que también ayuda a controlar el peso; reduce el riesgo de enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, síndrome metabólico y algunos tipos de cáncer; fortalece huesos y músculos; mejora la salud mental y el estado de ánimo; y mejora la capacidad para realizar actividades diarias y prevenir caídas en adultos mayores. No obstante, más del 33% de los adultos no cumple con las recomendaciones de actividad física aeróbica, según las Guías de Actividad Física de 2008.
Respecto a la nutrición, se indica que puede reducir el riesgo de muchas enfermedades crónicas, incluyendo enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares, algunos tipos de cáncer, diabetes y osteoporosis. Sin embargo, más del 60 % de los niños y adolescentes consumen más grasas saturadas de lo recomendado por las Guías Alimentarias para los Estadounidenses.²
La evidencia demuestra que la prevención es una estrategia eficaz y rentable para reducir enfermedades crónicas. Programas comunitarios enfocados en la actividad física, la nutrición y el control del tabaquismo pueden generar grandes ahorros en costos médicos —hasta $16 mil millones anuales— con una inversión mínima de $10 por persona al año.
Sin embargo, el sistema de salud norteamericano actual está más orientado al tratamiento que a la prevención; en Puerto Rico, es el mismo modelo. Las interacciones médico-paciente son breves y no suficientes para fomentar hábitos saludables, especialmente entre los 46 millones de estadounidenses sin seguro médico.
Para enfrentar eficazmente las enfermedades crónicas, se necesita un enfoque preventivo, coordinado y estratégico que promueva estilos de vida saludables, facilite la detección temprana, apoye a todas las edades y reduzca las desigualdades en salud.²
La educación en salud empodera y transforma a las personas, permitiéndoles tomar decisiones informadas sobre su salud y adoptar comportamientos protectores desde etapas tempranas de la vida. Este enfoque busca evitar la aparición de enfermedades antes de que ocurran.
De igual forma, campañas educativas adaptadas al contexto sociocultural de cada comunidad pueden generar un impacto significativo en la reducción de la morbilidad y en la promoción de una cultura de autocuidado.¹ Algunos temas prioritarios incluyen:
- Educación para la salud desde la infancia: hábitos saludables que impactan en un envejecimiento más saludable.
- Promoción de estilos de vida saludables: alimentación, actividad física, sueño, manejo del estrés.
- Identificación de factores de riesgo y de protección: tiempo sentado, exposición extrema a la pantalla, falta de proyectos vitales.
- Entornos saludables: cómo el urbanismo, la accesibilidad y la cohesión social influyen en la cronicidad.
El envejecimiento saludable es una construcción para toda la vida; es parte integrante y natural de la vida. La forma en que se envejece depende, en gran medida, de las decisiones y condiciones de vida acumuladas a lo largo del tiempo.⁴ No basta con intervenir en la vejez: es necesario actuar desde la niñez y la juventud. Vale la pena reflexionar sobre el tipo de vejez que se desea para el futuro. Para ello, se propone:
- Incluir segmentos curriculares de educación en salud desde educación primaria.
- Implementar campañas de prevención y promoción de salud con estrategias visuales, auditivas y digitales.
- Adoptar un enfoque intergeneracional e inclusivo, que no limite la prevención a una etapa de la vida.
Algunas iniciativas reconocidas son 5 al día, originada en Estados Unidos y adoptada por muchos países; es una campaña global que promueve el consumo diario de al menos cinco porciones de frutas y verduras para mejorar la salud.
Let’s Move, también de Estados Unidos, fue una iniciativa liderada por la ex primera dama Michelle Obama para combatir la obesidad infantil mediante la promoción de la actividad física y una alimentación saludable.
Por su parte, la Semana Mundial de la Inmunización, impulsada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) desde Ginebra, Suiza, busca aumentar la conciencia sobre la importancia de las vacunas para prevenir enfermedades en todo el mundo.
Para concluir, la prevención, especialmente a través de la educación, es una estrategia poderosa para enfrentar la carga creciente de enfermedades crónicas y promover un envejecimiento saludable. Es hora de transitar de un modelo centrado en la enfermedad a uno centrado en la salud, donde cada persona, comunidad e institución asuma un rol activo en la construcción de bienestar futuro.
Referencias:
- Morales-Vargas A, Guzmán-Muñoz BJ, Legorreta-Núñez JK, Ortiz-Crisostomo A. Prevención y Manejo de Enfermedades: Enfoques Integrados para la Salud Pública. TEPEXI Bol Cient Esc Sup Tepeji Río. 2024;11(22):40–6. doi:10.29057/estr.v11i22.12500.
- Centers for Disease Control and Prevention (CDC). The Power of Prevention: Chronic Disease… the Public Health Challenge of the 21st Century. Atlanta, GA: National Center for Chronic Disease Prevention and Health Promotion; 2009.
- Centers for Disease Control and Prevention (CDC). National Center for Chronic Disease Prevention and Health Promotion: Chronic Diseases in America [Internet]. Atlanta (GA): CDC; [cited 2025 Jul 4]. Available from: https://www.cdc.gov/chronicdisease
- Organización Mundial de la Salud. Envejecimiento saludable: el envejecimiento y la actividad física en la vida diaria. Ginebra: OMS; 1998. Traducción: Guiomar Manso de Zúñiga Spottorno, octubre de 2002. Disponible en: https://fiapam.org/wp-content/uploads/2012/10/oms-envejecimiento-02.pdf
Sobre el autor
Osvaldo J. Hernández Soto es Catedrático del Departamento de Ciencias Sociales, Educación y Humanidades, Recinto San Germán. Posee Doctorado en Investigación Gerontológica de la Universidad Maimónides, Buenos Aires (Argentina 2019), Maestría en Gerontología Social de la Universidad de Barcelona, España (2016), Maestría en Salud Pública de la Escuela de Medicina Recinto de Ciencias Médicas en Puerto Rico (2003) y Doctorado en Educación de la Universidad Interamericana de Puerto Rico, Recinto Metro (2002).
Mantiene un Proyecto Comunitario en el Centro Esperanza para la Vejez de San Germán (1998-Presente) y es miembro activo de Federación de Medicina Deportiva de Puerto Rico.
Su línea de investigación es la Actividad física/Ejercicio/Salud/Tiempo sentado/Bienestar psicológico en adultos de mayor edad. Posee varias publicaciones en revistas profesionales sobre su línea de investigación.
osvaldo_hernandez@nullintersg.edu
ojhsui@nullgmail.com
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