Un artículo de Olga Cures Rivas,
Colegio Profesional de Fisioterapeutas de la Comunidad de Madrid (CPFCM) y experta en geriatría

Nunca en la historia habíamos alcanzado edades tan avanzadas ni convivido tantos años con enfermedades crónicas. La longevidad es un logro, pero nos enfrenta a un desafío real: ¿cómo conseguir que esos años extra sean años de vida activa, participación y autonomía, incluso cuando existen patologías crónicas?

La cronicidad y el envejecimiento forman un binomio inseparable. Y no hablamos solo de diagnósticos como la artrosis, la insuficiencia cardíaca o la diabetes, sino de sus consecuencias sobre la vida diaria: dolor persistente, fatiga, lentitud, miedo a caer, inseguridad para salir de casa… Todo lo que erosiona poco a poco la independencia y el proyecto vital de las personas mayores.

Geriatricarea- fisioterapia y terapia ocupacional ictus
La fisioterapia geriátrica ayuda a que las personas mayores vivan la vida que desean vivir, con la mayor plenitud posible

No somos solo “ejecutores de prescripciones”

La fisioterapia geriátrica ha pasado de ser un mero “complemento” a convertirse en un agente clave, capaz de diseñar estrategias propias y liderar intervenciones. Sí, la fisioterapia trabaja en equipo -y es imprescindible hacerlo con medicina, enfermería, psicología, terapia ocupacional o trabajo social- pero tiene también competencias y juicio clínico autónomos.

No necesitamos que alguien nos “prescriba” lo que debemos hacer. Analizamos la situación funcional, valoramos riesgos, identificamos prioridades y decidimos objetivos junto con el paciente. Y en el contexto de la cronicidad, esta autonomía es esencial porque cada persona mayor es un caso único, donde las normas generales sirven de poco.

La cronicidad: mucho más que síntomas

Tratar a una persona mayor con patologías crónicas no significa solo aliviar síntomas, sino entender cómo esos síntomas modifican su día a día, sus emociones y sus planes:

  • ¿Dejó de salir a la compra por miedo a caerse?
  • ¿Renunció a pasear porque le falta aire tras andar cien metros?
  • ¿Se ha aislado porque le resulta doloroso moverse o porque se siente lenta e insegura?

La fisioterapia no se limita a contar pasos o medir grados articulares. Su papel es analizar el impacto funcional de la enfermedad crónica y trabajar para devolver, o mantener, capacidades concretas: levantarse solo del sillón, subir un bordillo, moverse sin miedo o, simplemente, sentirse dueño de su propio cuerpo.

Prevención… pero también adaptación y negociación

Hablamos mucho de prevenir, y es cierto: mantener fuerza, equilibrio y resistencia previene discapacidad. Pero en la cronicidad no siempre se puede evitar la pérdida. Entonces, la clave es adaptar, negociar objetivos reales y evitar restricciones innecesarias.

La fisioterapia geriátrica es flexible. Un buen tratamiento no siempre busca “volver a estar como antes”, sino conseguir lo mejor posible dentro de las limitaciones. A veces es enseñar a ahorrar energía para llegar al final del día. O entrenar estrategias para moverse con seguridad. O reorganizar la casa para reducir obstáculos. O mantener las capacidades cognitivas que sostienen la movilidad.

Independencia profesional y mirada global

La independencia profesional de la fisioterapia es un valor añadido en geriatría. Podemos valorar y decidir sin necesidad de intermediarios:

  • Identificar signos precoces de fragilidad o declive funcional.
  • Evaluar riesgos de caídas o inmovilidad antes de que ocurran.
  • Ajustar cargas de ejercicio en función de la respuesta clínica, no solo del diagnóstico médico.
  • Detectar síntomas “silenciosos”, como el miedo al movimiento, que perpetúan la discapacidad.

Y, al mismo tiempo, sabemos que trabajar solos no es la respuesta. Los mejores resultados surgen cuando compartimos información, objetivos y decisiones con el resto del equipo y, sobre todo, con la persona mayor y su entorno.

El optimismo fundamentado

La cronicidad en la vejez es compleja. No vamos a endulzarla con mensajes vacíos. Pero tampoco debemos rendirnos a una visión fatalista. Con intervenciones individualizadas, realistas y creativas, la fisioterapia puede marcar la diferencia entre la dependencia y la autonomía, entre la resignación y la participación.

No siempre podremos borrar la enfermedad, pero sí podemos ayudar a que las personas mayores vivan la vida que desean vivir, con la mayor plenitud posible. Y ese es, sin duda, un objetivo tan clínico como humano.