Un artículo de las doctoras Alicia Sales, Rita Redondo, Carolina Pinazo-Clapés, Irene Checa y Sacramento Pinazo-Hernandis, del Grupo de Investigación BestAGING de la Universidad de Valencia
Una realidad silenciada: las alarmantes cifras del suicido entre las personas mayores
A nivel mundial cada 20 segundos fallece una persona por suicidio (OMS, 2024). Según el Instituto Nacional de Estadística en 2023 fallecieron por suicidio en España 3.952 personas. De ellas, 1.206 eran mayores de 65 años, lo que representa aproximadamente el 30,5% del total. De hecho, el suicidio se ha convertido en una de las principales causas de muerte entre los adultos mayores a nivel mundial, superando incluso las tasas registradas en grupos de edad más jóvenes, y la segunda causa de muerte no natural en España (según los datos del INE, 2023).
Esta cifra resulta alarmante si tenemos en cuenta el contexto de envejecimiento poblacional y los factores específicos que pueden afectar a la salud mental en la vejez: el aislamiento, la pérdida de seres queridos, la cronicidad de las enfermedades, el deterioro funcional o cognitivo, entre otros. Con el envejecimiento de la población, se incrementa el número de personas mayores susceptibles al suicidio, pero pese a esta elevada prevalencia, la investigación sobre el suicidio en adultos mayores sigue siendo escasa.
La conducta suicida es un fenómeno complejo y multifactorial, que abarca desde formas de ideación suicida, pasiva o activa, hasta conductas más letales como los intentos y el suicidio consumado. A menudo comienza mucho antes de que se concrete una acción, siendo uno de los primeros signos de alarma la ideación suicida: esos pensamientos que expresan el deseo de morir o de matarse.
Esta ideación puede presentarse de forma pasiva, con frases del tipo “Ojalá no despertara mañana”, o de manera más activa, cuando la persona comienza con pensamientos reiterados sobre qué pasaría si se quitase la vida o directamente planifica cómo llevarlo a cabo. En las personas mayores estos pensamientos son más frecuentes de lo que imaginamos. Se estima que entre un 10% y un 40% de las personas mayores ha tenido en algún momento pensamientos de este tipo.
A pesar de que estos pensamientos tienden a normalizarse, cuando aparecen suelen estar vinculados a situaciones difíciles de vida y salud como enfermedades crónicas, enfermedades progresivamente invalidantes, dolor agudo persistente, pérdida de autonomía e incluso soledad y aislamiento social. Factores como la depresión, la desesperanza o sentirse una carga para los demás hacen que la vida se vuelva más difícil de sostener.
Aunque no todas las personas que tienen ideación suicida llegan a consumar un intento de quitarse la vida, quienes la experimentan tienen un mayor riesgo y viven un gran sufrimiento. Y lo más preocupante es que, en este grupo de edad, el suicidio suele ser más letal: mientras que en jóvenes se producen muchos más intentos que muertes (unos 200 intentos de suicidio por cada muerte), en personas mayores esa proporción baja dramáticamente (4 intentos de suicidio por cada suicidio consumado), según datos extraídos de la Asociación Americana de Suicidiología.
Por eso, es tan importante escuchar, observar y acompañar. La ideación suicida no es solo un pensamiento aislado, es un grito de ayuda que merece ser atendido.
La Línea 024: un recurso infrautilizado por quienes más lo necesitan
Desde mayo de 2022, España cuenta con un servicio telefónico especializado en prevención del suicidio: la Línea 024, bajo el lema “Llama a la vida”. Este servicio gratuito y confidencial, dependiente del Ministerio de Sanidad, representa una herramienta clave en la detección y atención inmediata del riesgo suicida. Se trata de un número disponible las 24 horas del día, atendido por profesionales formados en intervención emocional y gestión de crisis.
La línea no solo está pensada para personas que se encuentran en situación de riesgo suicida sino también para sus familiares, allegados o cualquier persona que necesite orientación ante el sufrimiento emocional. Además de brindar escucha activa y acompañamiento, el servicio tiene capacidad para activar de forma inmediata el 112 en situaciones de emergencia, convirtiéndose en una herramienta clave de apoyo y prevención en nuestro país.
Desde su puesta en marcha en mayo de 2022 y hasta enero de 2025, la Línea 024 ha atendido más de 306.000 llamadas. No obstante, existen diferencias significativas en el uso del servicio según el grupo de edad.
A continuación, se presenta la gráfica de distribución de llamadas, elaborada a partir del Informe del Ministerio de Sanidad (2025), donde se refleja el porcentaje de llamadas telefónicas atendidas desde el 1 de enero de 2024 al 31 de diciembre de 2024, según grupo de edad de la persona usuaria de la Línea 024:
Distribución de llamadas atendidas en la Línea 024 por grupo de edad (2024)

Aunque el teléfono está disponible para todas las edades, la mayoría de las llamadas provienen de los adolescentes y jóvenes (hasta los 39 años) y de personas de mediana edad (entre 40 y 65 años); sin embargo, su uso es prácticamente residual en mayores de 65 años.
¿Quién llama al 024? Distribución por grupo de edad (2024)

Estos datos evidencian que las personas mayores suelen recurrir menos a servicios telefónicos de ayuda en situación de crisis suicida, dato que resulta especialmente preocupante si tenemos en cuenta, como ya hemos argumentado antes, que la población mayor es uno de los grupos más vulnerables frente al suicidio.
Factores explicativos: edadismo y barreras invisibles
La baja participación de las personas mayores en servicios de ayuda emocional, como la Línea 024 no debe interpretarse como ausencia de necesidad sino como un reflejo de barreras profundas y muchas veces invisibles que dificultan el acceso a estos recursos, o bien, la falta de medidas específicas dirigidas a prevenir el suicidio en este grupo poblacional.
En primer lugar, las emociones negativas se normalizan en el envejecimiento. Todavía existe una percepción social, incluso en algunos contextos profesionales, de que estar triste, sentirse solo o haber perdido el sentido vital es algo inherente al envejecimiento. Esta visión es edadista y hace que muchas veces ni siquiera se identifique el sufrimiento emocional como algo que merece atención o tratamiento.
La depresión en personas mayores suele presentar características particulares, que se diferencian de otros grupos de edad. Por ejemplo, la tristeza no siempre está presente y, sin embargo, sí lo pueden estar la falta de sentido, la percepción de inutilidad o el sentimiento de ser una carga. Estos factores, lejos de ser triviales, son riesgos específicos de conducta suicida en la vejez y, por tanto, requieren una mirada clínica especializada, empática y libre de prejuicios, y no la prescripción de un fármaco.
En segundo lugar, otro factor que puede dificultar el acceso al 024 son las barreras estructurales y tecnológicas que no deben pasarse por alto, y la más importante: el desconocimiento de la existencia del recurso. También el miedo a no saber qué decir, o incluso limitaciones sensoriales (auditivas o visuales) que dificultan el uso de líneas telefónicas. En personas que viven en residencias o centros de día, por ejemplo, también influye la falta de acompañamiento individualizado para acceder a estos servicios o la escasa presencia de protocolos de suicidio en los centros.
Propuestas para la mejora
Una de las claves está en informar. Carteles o folletos claros y directos en centros de salud, farmacias, residencias o parroquias, con mensajes sencillos, cortos y cercanos, pueden marcar la diferencia. También puede ayudar que los profesionales de las residencias, centros de día, servicios de teleasistencia o centros de atención de personas mayores, esté formado para explicar qué es el 024 y cómo puede usarse, incluso acompañando a la persona mayor a hacer la llamada si así lo desea. Por supuesto, incluir esos folletos y carteles en dichos centros.
En definitiva, hacer accesible el 024 no es solo una cuestión técnica, sino una tarea social y cultural: necesitamos transmitir que pedir ayuda no es signo de debilidad sino un acto de valentía y autocuidado. Y que, también en la vejez, hablar puede salvar vidas.
Si bien es cierto que el ámbito sanitario puede jugar un papel muy relevante en la detección y manejo del riesgo en población mayor, se hace necesario que esta información y estas estrategias lleguen también al resto de la ciudadanía, que ha de saber cómo acompañar, y en definitiva, cómo ayudar cuando alguien próximo (un familiar, un vecino, un cliente, un conocido…) está diciendo que quiere dejar de vivir, o terminar con su vida. En definitiva, es preciso investigar más a fondo cuáles son los factores implicados en la conducta suicida en los distintos tipos de envejecimiento para poder ofrecer medidas de prevención útiles y efectivas.
Es necesario recordar que la prevención del suicidio no puede recaer solo en la persona ni en su entorno cercano; se trata de un problema social que exige acciones estructurales. La evidencia muestra que factores como la desigualdad, la falta de apoyo social o el aislamiento influyen de manera decisiva en la conducta suicida. Por ello, se requieren políticas públicas y estrategias multisectoriales que reduzcan estas vulnerabilidades y fortalezcan la protección social y comunitaria.
Uno de los entornos menos estudiados en la investigación sobre el suicidio son las residencias de personas mayores. Atender esta realidad requiere desarrollar herramientas concretas que faciliten la actuación de los equipos sociosanitarios desde dentro del propio entorno institucional.
En esta línea, desde el grupo de investigación Bestaging se está desarrollando el ProyectoVida, un proyecto financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación y tecnología (“Evaluación, prevención e intervención de conductas suicidas en personas mayores que viven en residencias”) con el fin de diseñar un protocolo de detección, prevención e intervención de la conducta suicida en personas mayores que viven en residencias.
Referencias
Organización Mundial de la Salud (OMS) (2024). Salud mental: Fortaleciendo nuestra respuesta.
Instituto Nacional de Estadística (INE) (2023). Indicadores de Estructura de la Población. Instituto Nacional de Estadística.
Ministerio de Sanidad (2025). Informe anual 024.