Un artículo de Montserrat Mora Nieto
Colegio Profesional de Fisioterapeutas de la Comunidad de Madrid (CPFCM)

El envejecimiento es un proceso fisiológico influenciado por múltiples factores como la genética, el modo de vida, algunas enfermedades, el ambiente, que repercute en todas las dimensiones del ser humano: biológica, cognitiva, psicológica, social…

No todos envejecemos de igual manera, pero todos sufrimos cambios fisiológicos con la edad que afectan a todos nuestros sistemas (nervioso, endocrino, inmunológico, musculo esquelético…), lo que provoca una disminución de nuestras reservas fisiológicas, motivo por el cual, la forma en la que puede presentarse una enfermedad o alteración, resulta atípica.

Las personas mayores necesitan de una valoración más exhaustiva en comparación con el resto de personas adultas para detectar cambios en su estado con la mayor celeridad posible, pues de ello dependerá el desarrollar una discapacidad, situación de dependencia, o en el peor de los casos, incluso la muerte. Y es que, cuando coinciden determinados factores (pérdida de peso, baja actividad, enfermedades…), las personas mayores se encuentran expuestas a una mayor vulnerabilidad ante situaciones adversas, esto se conoce como “fragilidad”.

geriatricarea valoracion funcional
La valoración funcional juega un papel muy importante a la hora de desarrollar programas de tratamiento personalizados para cada persona

La valoración más utilizada en geriatría es la denominada “Valoración Integral Geriátrica” (VIG), que incluye una valoración interdisciplinar a nivel biomédico, funcional, neuropsicológico y social, lo que permite intervenciones integrales, que mejoran la calidad de vida y la autonomía. Es apartir de la década de los cincuenta cuando la valoración funcional se considera una de las mejores maneras de evaluar el estado de salud de los mayores (OMS), por lo que representa un componente esencial en la clínica y tratamiento.

Además, se considera un buen predictor de eventos adversos como caídas, hospitalización, institucionalización, evolución clínica o incluso mortalidad. En este punto es conveniente matizar que, por función, se entiende la capacidad que tenemos de actuar en nuestra vida diaria, de forma autónoma, con nuestras preferencias e intereses.

Uno de los principales desencadenantes de la fragilidad es la “Sarcopenia”. Con la edad se producen cambios fisiológicos a nivel musculoesquelético que derivan en una pérdida de función, fuerza, y masa muscular que, si se unen otros factores como falta de actividad, aptitud física, sedentarismo u obesidad, pueden ocasionar graves problemas de salud y afectar a la autonomía personal.

Es un fenómeno previsible y que puede detenerse o ralentizarse controlando tres factores: nutrición, actividad y condición física. Las personas mayores necesitan mantener al menos una “condición física funcional”, concepto que Rikli y Jones (2001) definen como «la capacidad física para desarrollar las actividades normales de la vida diaria de forma segura e independiente y sin excesiva fatiga». Y es que, la condición física funcional es vital para mantener una buena calidad de vida. Pues determina la medida en que las personas pueden manejarse con autonomía en el día a día y a nivel social. A su vez, el movimiento es un componente esencial en la vida del adulto mayor, pues todos sus sistemas corporales funcionan con mayor eficacia cuando la persona está activa. Por el contrario, cuando aparecen anomalías, estas afecta a la hora de realizar las tareas cotidianas de forma optima.

Cuando el adulto mayor ve alterada o pierde su capacidad para caminar, o presenta alteraciones del equilibrio, corre un alto riesgo de sufrir efectos o incidentes adversos que afecten seriamente a su salud. La evaluación funcional se valora a través dela ejecución de las actividades de la vida diaria (AVD), para lo que existen diferentes pruebas de medición:

  • “Básicas”(ABVD), relacionadas con el autocuidado (comer, control de esfínteres, vestirse… (Barthel, Katz, Cruz roja…)
  • “Instrumentales” (AIVD), que son aquellas que nos permiten la independencia en la comunidad y en la que se interactúa con el entorno (comprar, hacer la comida, limpieza de la casa,manejo de finanzas…(Lawton-Brody…)
  • «Avanzadas” (AAVD), las cuales requieren de actos más complejos, como son: participar en actividades de ocio, religiosas, deportes, trabajos o el transporte, (Rosow-Breslan…).

Como complemento, se utilizan las medidas denominadas “medidas de evaluación basadas en la ejecución” de la función física, MEBE o MBE, que evalúan aspectos relacionados con las alteraciones en los componentes implicados en la movilidad, combinadas con otras que evalúan la condición física funcional.

En general valoran la fuerza muscular, la amplitud articular, el equilibrio, la resistencia, la potencia, las trasferencias, la movilidad o la marcha, entre otras. Son pruebas en las que el individuo tiene que realizar una tarea específica, la cual se evalúa de manera objetiva, sistematizada y uniforme, utilizando criterios predeterminados ya establecidos, como son el número de repeticiones o el tiempo empleado en ejecutarlo.

Estas pruebas pueden ser simples, un solo test, o compuestas, varias pruebas en una batería de test. Tras las pruebas se requiere la recogida de datos y posterior análisis de los mismos. Estas pruebas son de gran utilidad pues con ellas se pueden detectar mínimos cambios y estados de fragilidad en la clínica habitual de forma rápida, sencilla, económica y objetiva.

Algunas de las ventajas de estas pruebas son:

  • Observación directa, objetiva y cuantificable
  • Evita desacuerdos entre las opiniones de los cuidadores y el anciano en cuanto a su estado
  • Muy sensibles a cualquier cambio en el estado del paciente
  • Grandes predictores de caídas, institucionalización y muerte
  • Pueden detectar estados de prefragilidad incluso sin que la persona tenga ningún tipo de discapacidad
  • Precisan de poca función cognoscitiva para su desempeño, por lo que pueden utilizarse con personas con deterioro cognitivo
  • Individualiza la discapacidad, por lo que permite realizar intervenciones más adaptadas a las necesidades del paciente, personalizando el tratamiento

Por el contrario, algunas desventajas son:

  • Se requiere de una pequeña función cognoscitiva
  • Es necesario un pequeño entrenamiento para poder desempeñarlas
  • Algunas pueden acarrear algún riesgo de caída, fatiga física, o falta de colaboración por parte del paciente para realizarla

Algunas de las pruebas más utilizadas son: SPPB, SFT, alcance funcional de Duncan, velocidad de la marcha, incorporarse de una silla, time up and go o get up and go, Tinetti… que pasamos a definir.

SPPB, “Batería corta de rendimiento físico”

Evalúa el nivel funcional de las extremidades inferiores. Consiste en la realización de tres pruebas:

Equilibrio (en tres posiciones): pies juntos, semitándem y tándem
Velocidad de la marcha: normalmente una distancia de 4 metros
Levantarse y sentarse en una silla cinco veces

La puntuación total del SPPB, suma de los tres sub-tests. Oscila entre 0 (peor desempeño) y 12 (mejor rendimiento). Es muy sensible, por lo que cambios en 1 punto tienen significado clínico. Puntuaciones: 0-3: limitación severa; 4-6: limitación moderada; 7-9: limitación ligera; 10-12: mínima limitación. Las puntuaciones bajas tienen un alto valor predictivo de discapacidad, pérdida de movilidad, hospitalización, institucionalización y muerte.

Esta prueba es utilizada principalmente en los adultos mayores, pero puede ser también una herramienta beneficiosa para utilizar en el manejo de pacientes con enfermedades cardiovasculares

SFT, “Senior fitness test”

Muy completo, pues los test que componen la batería recogen un buen número de componentes asociados con la independencia funcional. Pueden realizarse en personas con diferentes edades (entre 60 y 94 años) y niveles de capacidad física y funcional, ya que esta batería cubre un amplio rango, desde los más frágiles a los de élite y además es de fácil aplicación.

Tiene valores de referencia expresados en percentiles para cada uno de los test (obtenidos de un amplio estudio realizado a 7000 personas), lo que nos permite comparar los resultados con personas del mismo sexo y edad. Por este motivo es utilizada también en el ámbito de investigación además de en el de la aplicación práctica.

Test:
1. Sentarse y levantarse de una silla
2. Flexiones del brazo
3. Dos minutos marcha
4. Flexión del tronco en silla
5. Juntar las manos tras la espalda
6. Levantarse, caminar y volverse a sentar.
*test de caminar 6 minutos. Omitir el test de 2 minutos marcha si se aplica este test.

“Alcance funcional de Duncan”

Mide el máximo desplazamiento de la línea de gravedad dentro de la base de soporte del cuerpo. Evalúa principalmente el equilibrio, ya que mide los límites de estabilidad en bipedestación. Consiste en medir la distancia que una persona puede alcanzar con sus brazos extendidos hacia delante mientras permanece de pie, manteniendo la base de sustentación fija. El punto de corte son 15 cm.

“Velocidad de la marcha”

Es muy fácil de ejecutar, muy simple de aplicar e interpretar y resulta un excelente predictor de alteraciones en la deambulación y movilidad. Es muy utilizado. Consiste en medir la velocidad de la marcha al recorrer una distancia corta, normalmente 4-5 metros, a ritmo normal. Pueden utilizarse otras distancias si así lo requiere el estado el paciente (2.5-10-20m). En general tiempos menores a 1m/s se consideran punto de corte de fragilidad, aunque pueden variar en función de la edad y el sexo

“Tiempo de Incorporación de una silla»

Consiste en medir el tiempo que tarda el paciente en levantarse de una silla sin ayuda. Los valores normales corresponden con menos de 1sg.

“Time up and go”, « Get up and go»

Mide el tiempo que tarda una persona en levantarse de una silla, caminar tres metros, darse la vuelta, caminar de vuelta hacia la silla y sentarse. Utilizando los productos de apoyo habituales para su movilidad, evalúa la movilidad y el equilibrio estático y dinámico. Menos de 10 sg: movilidad normal; entre 11 y 20 sg: límites normales para personas mayores y discapacitados frágiles; más de 20 sg: riesgo de caídas elevado, la persona necesita apoyos; y más de 30 sg: severamente alterado.

·“Tinetti”

Evalúa el riesgo de caídas y tiene dos partes: equilibrio y marcha, solicitando al paciente distintos movimientos y actividades. Cada ítem se puntúa de 0 a 2. Puntuación máxima del equilibrio 16 y el de la marcha 12 puntos. Se suman ambos resultados, aquellos inferiores a 19 puntos indican alto riesgo de caídas, entre 19 y 24 riesgo medio, entre 25 y 28 bajo riesgo.

Para cualquiera de estas pruebas es importante conocer y tener en cuenta los puntos de corte que determinan estados de fragilidad. La valoración funcional juega un papel muy importante a la hora de desarrollar programas de tratamiento pues permite crear tratamientos personalizados, adaptados a las necesidades reales del paciente, además de valorar su eficacia. En este sentido, es necesario el compromiso y la formación continuada por parte de los profesionales que desarrollan su actividad en el ámbito de la geriatría.

Bibliografía

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· https://efdeportes.com/efd127/valoracion-funcional-en-personas-mayores.htm
· https://almageriatria.org/wp-content/uploads/2018/08/Barrantes-10.pdf