Un artículo de los Doctores Juan José Arechederra Calderón y Danny Febres Panez,
geriatras de la residencia Valdeluz Ferial y del Hospital de Guadalajara

Con el término síndrome geriátrico se designa un conjunto de cuadros clínicos plurietiológicos, caracterizados por su elevada prevalencia en la población de edad avanzada, que reflejan la pérdida de capacidad de la reserva funcional y fisiológica del individuo, con alto impacto en la autonomía y la calidad de la vida de la persona anciana, potencialmente prevenibles pero que con frecuencia son infra diagnosticados, y cuyo abordaje es multidimensional y multiprofesional.

Actualmente, la Comisión Nacional de la especialidad de Geriatría los define como situaciones complejas y reales en la práctica clínica, escasamente comentadas en la literatura médica tradicional y los incluye entre los objetivos principales de la formación en Geriatría.

Bell et al., en un estudio descriptivo publicado en 2016 sobre los datos de 272 pacientes dados de alta a una residencia tras una hospitalización (con una edad media de 75 años), detectaron en el 55% de los casos la presencia de tres o más síndromes. 

El cúmulo de factores predisponentes (edad avanzada, deterioro funcional y cognitivo, alteraciones de la marcha) y la presencia de enfermedades crónicas caracterizan la vulnerabilidad individual y desencadenan la aparición de diferentes síndromes geriátricos. En el presente artículo comentaremos los principales síndromes por su relevancia clínica, social y económica.

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El deterioro funcional, uno de los principales Síndromes Geriátricos

Las caídas no son una consecuencia fisiológica y representan uno de los más serios y desafiantes problemas del anciano. La caída es la expresión de múltiples patologías, tanto crónicas como agudas. Están asociadas claramente a mortalidad, morbilidad, deterioro funcional e intitucionalización. El riesgo de sufrir caídas aumenta a medida que lo hace la edad. El principal problema de las caídas no es su elevada incidencia, sino la probabilidad de sufrir alguna de sus consecuencias: fracturas, traumatismos craneoencéfalicos, miedo a caer, deterioro funcional. El tratamiento es complejo y la aproximación debe ser multidisciplinaria.

El deterioro funcional es la manifestación más relevante de la repercusión de múltiples enfermedades en el mayor, refleja su grado de vulnerabilidad y es el mejor factor pronóstico de morbimortalidad en este grupo poblacional. Un deterioro funcional no tratado puede generar síndrome de inmovilidad, la cual se define como la disminución de la capacidad para desempeñar las actividades básicas de la vida diaria por deterioro de las funciones motoras. Suele ser involuntario y secundario a distintas causas. Las secuelas pueden ser graduales o inmediatas y serán más graves cuantos mayores sean el grado y la duración de la inmovilización. A nivel cutáneo puede producir úlceras por presión y a nivel del aparato digestivo suele producir estreñimiento.

Se denomina úlcera por presión (UPP) a aquella lesión en la piel o en el tejido subyacente de origen isquémico producida por el daño tisular por presión, rozamiento o fricción prolongada de la piel entre una prominencia ósea y un plano duro. Constituye un problema de orden mayor. Actualmente es un indicador de la calidad de la atención al paciente en todos los medios de atención clínica. Es fundamental incluir en la valoración geriátrica integral una adecuada evaluación de la piel.

El estreñimiento no es una enfermedad, sino un síntoma que implica alteración en la eliminación fecal en cuanto a sus componentes objetivos de frecuencia, consistencia y tamaño de las deposiciones, así como subjetivos referidos al esfuerzo excesivo en la defecación o sensación de evacuación incompleta. La edad influye en un aumento de su prevalencia que incluso es superior al 54% entre los mayores de 85 años. En cuanto a su etiología, tiene un origen multifactorial, donde destacan la inmovilidad y la polifarmacia, con sus efectos secundarios.

La incontinencia urinaria forma parte de los grandes síndromes geriátricos dada su alta prevalencia y repercusiones clínicas, psicológicas, sociales, familiares y económicas. La International Continence Society (ICS) la definió como “cualquier escape de orina que provoque molestias al paciente” y acuño un nuevo término, el del síndrome de vejiga hiperactiva, definido como la asociación de urgencia miccional, con o sin incontinencia de urgencia, a menudo asociada a un aumento de la frecuencia miccional y/o nicturia. El abordaje deber ser individualizado, con medidas generales (higiénico-dietéticas, reducción de fármacos, intervención ambiental, técnicas de modificación de conducta, ejercicios de suelo pélvico, reentrenamiento vesical, anticipación de la micción, micciones programas) como de tratamientos farmacológicos específicos.

La incontinencia fecal no forma parte del envejecimiento normal, siendo también un síndrome geriátrico que afecta la calidad de vida del anciano y que más sobrecarga al cuidador, con gran impacto no solo físico (úlceras de presión, infecciones de orina) sino también de tipo económico y psicosocial. Las causas son variadas, como alteraciones anatómicas, procesos inflamatorios intestinales o afectación del SNC (demencias, ICTUS, tumores cerebrales, etc.).  El tratamiento y la reversibilidad dependerán de la etiología.  En los ancianos tienen como inconveniente el hallazgo de múltiples componentes que condicionan en ocasiones la irreversibilidad del proceso, por lo que debemos enfocar el manejo en prevenir las complicaciones locales en el perineo.

El término polifarmacia implica el uso simultáneo de varios medicamentos en una sola persona. Es cada vez más frecuente. El anciano tiene una mayor prevalencia de enfermedades crónicas que necesitan ser tratadas con diferentes medicamentos. Además, la intervención de varios prescriptores puede duplicar tratamientos, de ahí una mayor necesidad de realizar una terapia global coordinada en el paciente frágil para evitar que cada fármaco sea el resultado de actos médicos aislados.

La fragilidad cumple los criterios de “síndrome geriátrico”, puesto que está intrínsecamente asociada al fenómeno del envejecimiento, no corresponde a una enfermedad concreta, es muy prevalente. Se caracteriza por una disminución de la fuerza y de la resistencia, con un incremento de la vulnerabilidad frente a agentes estresores de baja intensidad, producido por una alteración en múltiples sistemas interrelacionados, que disminuye la reserva homeostática y la capacidad de adaptación del organismo, predisponiéndole a eventos adversos de salud, mayores probabilidades de dependencia e incluso muerte. Para prevenir o reducir la fragilidad disponemos de diferentes estrategias de intervención en función de los factores de riesgo de esta, como son la actividad física y la alimentación saludable. El tratamiento debe ser individualizado, suficientemente largo y mantenido en el tiempo.

La sarcopenia es un síndrome caracterizado por una pérdida progresiva y generalizada de la masa y fuerza del músculo esquelético con riesgo de sufrir consecuencias adversas como discapacidad física, mala calidad de vida y muerte. En su fisiopatología están implicados muchos factores: genéticos, inmovilidad, procesos neurodegenerativos, disminución de síntesis proteica, factores endocrinos y otros mecanismos como es la apoptosis, disfunción mitocondrial, alteraciones hormonales, inflamación de tejido adiposo, etc. Su diagnóstico se basará en la identificación de los parámetros afectados (fuerza, masa y función muscular). Existen escalas muy utilizadas como la SARC-F recomendadas por el EWGSOPP2 (European Working Group on Sarcopenia in Older People). Al igual que en la fragilidad el ejercicio físico y la intervención nutricional, combinados constituyen sus dos grandes pilares terapéuticos.

La malnutrición es especialmente preocupante por su alta prevalencia en la población anciana. En personas instutucionalizada puede llegar alcanzar un 14-29%, por lo que uno de los objetivos mas importantes de la atención geriátrica es optimizar el estado nutricional de los ancianos. Recientemente se ha elaborador un documento de consenso global sobre los criterios básicos para el diagnóstico, la Global Leadership Initiative on Malnutrition (GLIM). En primer lugar, se debe establecer un cribado del riesgo de malnutrición usando herramientas de detección validadas, posteriormente una evaluación diagnóstica con los criterios GLIM, fenotípicos (pérdida de peso no voluntario, IMC bajo, masa muscular reducida) y etiológicos (disminución de ingestas de alimentos, carga de enfermedad/estado inflamatorio) y de esta manera realizar las intervenciones correspondientes.

El reconocimiento del deterioro cognitivo es muy importante, porque en algunos casos existe una causa tratable y permitirá incluir medidas preventivas, terapéuticas y planificar los cuidados. Entre las entidades sindrómicas que corresponden a esta alteración no esperable meramente por envejecer se contarían el deterioro cognitivo leve, el deterioro cognitivo subjetivo o la fragilidad cognitiva. La EA es la principal causa de demencia, particularmente en la población geriátrica y su detección precoz es clave, tanto desde la perspectiva de la investigación como para la intervención temprana de estrategias tanto farmacológicas como no farmacológicas.

La depresión es una de las más frecuentes y discapacitantes situaciones de enfermedad entre la población mayor y constituye un importante problema de salud por su impacto en todas las esferas. Tienen una prevalencia elevada. El diagnóstico es un tema complejo que lleva a muchos errores pues los síntomas de la depresión con frecuencia son tomados como algo «normal” en el mayor no prestándole atención suficiente. El tratamiento antidepresivo en pacientes con depresión mayor en el anciano es eficaz, aunque no se puede demostrar la existencia de diferencias en la eficacia entre diferentes grupos de antidepresivos. Es necesario individualizar la terapia para lograr una relación riesgo vs beneficio aceptable.

Como conclusión global sabemos que los grandes síndromes geriátricos representan una caja de pandora de situaciones de pre discapacidad y, por tanto, constituyen un foco ideal donde centrar las medidas de prevención. En muchas ocasiones estas circunstancias pueden pasar desapercibidas para los profesionales de la salud. La búsqueda de estos síndromes en la población de edad avanzada debe ser proactiva y sistematizada en cualquier protocolo de valoración integral y la intervención debe ser multidimensional y multidisciplinar.

Bibliografía:

Abizanda Soler P, Rodríguez Mañas L. Tratado de medicina geriátrica. Fundamentos de la atención sanitaria a los mayores. 

Guía de la Buena Práctica de Geriatría. Fragilidad y Nutrición en el anciano. SEEG.

Deterioro Cognitivo en el Adulto Mayor. Documento de consenso. SEGG. Enrique Arriola Manchola. Cristóbal Carnero Pardo. Alberto Freire Pérez.Rosa López Mongil. José Antonio López Trigo. Sagrario Manzano Palomo. Javier Olazarán Rodríguez.

Guía de la Buena Práctica de Geriatría. Abordaje y manejo de la depresión en el anciano. SEEG.

Actualizaciones Terapéuticas. Abordaje terapéutico y manejo de la incontinencia. Sociedad Española de Geriatría. Asociación Española de Urología.