Artículo de Èrika Roura, psicóloga, y Lidia Pous, Enfermera RHS, ambas del centro residencial Pla de Martís

Los síndromes geriátricos no son una condición clínica, forman parte del envejecimiento normal y empiezan a ser visibles a partir de los 60 años. Normalmente, la causa es multifactorial y el fondo heterogéneo y su detección puede ayudar a disminuir el deterioro funcional y la pérdida de autonomía.

Los síndromes geriátricos afectan a la salud física, mental y emocional, de aquí la importancia de una valoración geriátrica integral con un equipo multidisciplinario donde se pueda identificar, describir y cuantificar problemas físicos, funcionales, psicológicos y sociales.

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Los síndromes geriátricos no son una condición clínica, forman parte del envejecimiento normal y empiezan a ser visibles a partir de los 60 años

Dependiendo de los autores, se pueden diferenciar desde dos síndromes geriátricos, deterioro cognitivo y deterioro funcional (Cabrera, 2023), hasta once: polifarmàcia, caídas, depresión, fragilidad, delirio, inmovilidad, trastornos de la marcha y equilibrio, deterioro cognitivo, incontinencia, constipación y pérdida de la autonomía (Toledo, Fernández y Batista, 2021).

Queremos profundizar en el deterioro cognitivo y la inmovilidad

El deterioro cognitivo implica la pérdida o la desmejora de las funciones mentales superiores y puede ir desde los olvidos leves hasta las demencias, pero el que suele ser habitual en todas las personas mayores es la ralentización de todos los procesos mentales. La velocidad de los procesos mentales depende de los órganos de los sentidos, de la atención, del procesamiento central y de la respuesta motora, y la gente mayor tiene retardado el procesamiento central.

En España un 11,5% de las personas de entre 65 y 69 años tienen algún tipo de deterioro cognitivo, porcentaje que aumenta a un 22,9% en personas mayores de 85 años (Alonso et al., 2018).

Normalmente se suele asociar el deterioro cognitivo con la pérdida de memoria, pero no siempre es así. Puede haber deterioro en otros dominios como la atención, las funciones ejecutivas y espaciales, el lenguaje, la percepción o la cognición social. Los principales tests que se utilizan para evaluar el deterioro cognitivo son:

  • El Mini-Mental (MMSE) o La Escala Mini Mental Lobo (MEC) son los más utilizados para evaluar si hay una posible demencia.
  • Test de alteración de memoria (T@m) sirve para discriminar el deterioro cognitivo leve de tipo amnésico. 
  • El ‘Set-test de Isaac’ es de fluidez verbal y se utiliza con personas analfabetas o con déficits sensoriales. 
  • El test de evaluación cognitiva de Montreal (MoCA): evalúa las áreas de atención y concentración, y funciones cognitivas como la memoria, las habilidades visuoespaciales o el razonamiento. 
  • El test del reloj evalúa percepción visual, coordinación visomotora, capacidad visoconstructiva, de planificación y de ejecución motora. 

Las causas que pueden provocar el deterioro cognitivo son, aparte de la edad, una combinación del siguiente conjunto de factores: abuso de sustancias, mala alimentación, estrés, insomnio, bajo nivel cultural y social, contaminación del aire, obesidad, sedentarismo, hipertensión, diabetes mellitus, algunos medicamentos y enfermedades como las demencias, tumores cerebrales, accidentes cardiovasculares y trastornos del neurodesarrollo.

También hay relación entre ciertos trastornos mentales y el deterioro cognitivo, pues se ha demostrado que la depresión, la ansiedad y la esquizofrenia se correlacionan positivamente. Además, hay algunos estudios que apuntan a que la carencia de pareja también puede correlacionar positivamente con el deterioro cognitivo, puesto que se da una falta de estimulación afectiva, de posibilidad de interactuar y de estimularse cognitivamente. 

Algunos factores protectores serían la actividad física (que mejora las capacidades cognitivas y retrasa la posible aparición de demencias), los hábitos de vida saludables, la escolarización, un nivel medio alto socioeconómico, la estimulación cognitiva y la participación social (Ayala, 2020).

La detección del deterioro cognitivo es muy importante, puesto que así se puede avanzar un tratamiento precoz. Este tratamiento tiene que incluir la estimulación cognitiva, la mejora de la resiliencia neurocognitiva, el control de los factores de riesgo vascular y la potenciación de los estilos de vida saludables; actualmente no hay un tratamiento farmacológico específico (Andrago y López, 2022). Según varios estudios y metaanàlisis, la estimulación cognitiva obtiene muy buenos resultados tanto en la mejora de las capacidades cognitivas como en la calidad de vida y la interacción social (Ayala, 2020) .

La inmovilidad consiste en un deterioro de las funciones motoras del cuerpo hasta un punto en que hay una incapacidad para seguir las actividades de la vida diaria de manera autónoma y es necesaria la ayuda de las personas del entorno.Las causas de inmovilidad pueden ser intrínsecas o extrínsecas. Intrínsecas o de la propia persona como:

  • Patologías musculoesqueléticas, es decir, atrofia muscular, fracturas, artritis, artrosis, procesos degenerativos. Es el propio sistema musculoesquelético el responsable del movimiento que se atrofia o falla.

  • Patologías neurológicas como por ejemplo accidentes vasculocerebrales: Parkinson, Corea de Huntington, Alzheimer. Las órdenes para movilizar el sistema musculoesquelético no llegan a su destino o llegan inadecuadamente.

  • Patologías cardiovasculares: arteriosclerosis, problemas valvulares, arritmias. La musculatura no recibe suficiente irrigación, no llega correcta nutrición a los músculos para desarrollar correctamente su función.

  • Patología pulmonar: EPOC, neoplasias, neumonías, infecciones virales. Son las causas de que no llegue oxígeno suficiente a los hombros para realizar el movimiento.

  • Patologías psicológicas: depresión, ansiedad, obnubilamiento, miedo a caer. Motivos que hacen perder la confianza en uno mismo para andar, salir de casa o para realizar cualquier actividad que hasta este momento era cotidiano.

Como factores extrínsecos, fuera de la persona, encontramos la necesidad de utilizar sujeciones, barreras arquitectónicas, falta de productos de apoyo o también falta de apoyo familiar o social, o medidas excepcionales, como las vividas en la época de la COVID-19.

Las consecuencias de inmovilidad serán más o menos graves dependiendo del momento en el que se detecten y de su reversibilidad según la causa que lo hayan producido. Afectará a todos los sistemas del organismo. El sistema musculoesquelético perderá demasiado músculo, y por lo tanto, aumentará el riesgo de caídas, se pierde equilibrio y disminuye la flexibilidad. El sistema cardiovascular al faltar movimiento aumenta el riesgo de embolismo a cualquier nivel. El sistema respiratorio, al reducir la ventilación, aumenta el riesgo de infecciones. El sistema digestivo se ralentiza y aparece el estreñimiento y la anorexia. El sistema urinario, al disminuir el tono muscular, aparece la incontinencia.

Si el metabolismo reduce el consumo calórico por falta de movimiento, puede hacer que aumente la resistencia a la insulina. La piel puede sufrir úlceras por presión. En general se produce un efecto cascada que hace a la persona dependiente en actividades de la vida diaria y también la perjudica a nivel psicológico, al ver el deterioro que está sufriendo.

¿Cómo tratar la inmovilidad?

  • Tratando o corrigiendo la causa que lo ha producido. 
  • Iniciando rehabilitación funcional de las zonas afectadas.
  • Adaptando el entorno.
  • Intentando prevenir toda la cascada de consecuencias.

Sería interesante que, en estos momentos en que la sociedad tiende al sedentarismo, la gente cogiera conciencia de la importancia del ejercicio o movimiento como un hábito imprescindible para llegar a una vejez con la mayor autonomía posible, para disfrutar no solo de la ausencia de enfermedades, sino de su bienestar físico, emocional y social: de salud.

Referencias bibliográficas

Alonso, T. V., Espí, M. M., Reina, J. M., Pérez, D. C., Pérez, A. R., Costa, M. G., … i Gil, M. F. (2018). Prevalencia de deterioro cognitivo en España. Estudio Gómez de Caso en redes centinelas sanitarias. Neurología, 33(8), 491-498.

Andrago, M. i López, D.  (2022). Abordaje clínico del deterioro cognitivo leve en atención primaria. RECIMUNDO: Revista Científica de la Investigación y el Conocimiento, 6(2), 47-59.

Ayala San Martín, L. S. (2020). Promoción y prevención del deterioro cognitivo y demencias en personas mayores. Ene, 14(3).

Cabrera, J. E. P. (2023). Deterioro cognitivo y funcional como grandes síndromes geriátricos desde la neurorehabilitación fisioterapéutica. Revista Académica CUNZAC, 6(1), 62-68.

Moreno-Noguez, M., Castillo-Cruz, J., García-Cortés, L. R., i Gómez-Hernández, H. R. (2023). Factores de riesgo asociados a deterioro cognitivo en adultos mayores: estudio transversal [Risk factors associated with cognitive impairment in aged: Cross-sectional study]. Revista medica del Instituto Mexicano del Seguro Social, 61(Suppl 3), S395–S406.

Toledo, A. G., Fernández, M. P., & Batista, R. A. (2021). Comportamiento de los Síndromes Geriátricos en el Consultorio Médico de la Familia 4.