La enfermedad de Parkinson es una patología de carácter crónico y progresivo que requiere un enfoque multidisciplinar en el que el cuidado enfermero es un elemento clave para acompañar y mejorar a los pacientes afectados, mejorando su sintomatología y salud mental, tal y como señalan desde el Consejo General de Enfermería.

Tal y como señala Florentino Pérez Raya, presidente del Consejo General de Enfermería (CGE), “las enfermeras ocupamos un lugar central en el cuidado de las personas, y en el caso de enfermedades como el Parkinson, que requieren una atención prácticamente personalizada, nos posicionamos como pilar esencial para hacer el proceso lo más fácil posible para los afectados.

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Las enfermeras ofrecen atención profesional y acompañamiento a las personas con Parkinson mejorando su bienestar físico y mental

Pérez Raya recalca la necesidad de “empezar a cambiar la mentalidad y visibilizar la necesidad del cuidado enfermero en enfermedades como el Parkinson, que tienen una incidencia tan directa en el día a día de un paciente. Más allá del papel esencial del médico, las enfermeras brindan una atención y un acompañamiento a las personas que tienen esta patología que puede suponer una diferencia radical en su vivencia.

Por su parte, Tamara Jiménez, enfermera experta en trastornos del movimiento, pone en valor el tratamiento no farmacológico de estos pacientes, “algo que aporta la enfermería y que normalmente un médico no maneja”, señala. Gracias a este tipo de abordaje se pueden mejorar síntomas como la disfagia, el estreñimiento o los bloqueos de la marcha. “Somos un pilar muy fundamental a nivel apoyo psicológico y en especial en los pacientes más avanzados”, añade la enfermera.

En los primeros estadios de la enfermedad no hay tanta repercusión a nivel físico, sino que el impacto es más a nivel psicológico. Pero “a medida que avanza la enfermedad es muy importante el apoyo enfermero en ese seguimiento tanto para mejorar los síntomas motores como los no motores que van a desarrollar este tipo de pacientes”, asegura esta experta.

Jiménez también advierte del desconocimiento sobre lo mucho que puede aportar de una enfermera a este tipo de pacientes. “El tratamiento no farmacológico debería ser un pilar igual de fundamental que el farmacológico. De hecho, hay muchos tratamientos que, si no se apoyan desde enfermería, como pueden ser los tratamientos dietéticos, no producen mejoría en el paciente”, remarca.

Sobre el impacto psicológico de la enfermedad, desde el Consejo General de Enfermería se recuerda que el Parkinson y sus consecuencias no solo tiene efecto en los pacientes, sino también en sus cuidadores. El estrés, la ansiedad, los trastornos del control de impulsos e incluso las alucinaciones son alteraciones que la enfermera puede detectar y abordar.

“Como enfermeras, recomendamos fomentar la socialización con su entorno, practicar técnicas de relajación que reduzcan la ansiedad, y mantener una buena higiene del sueño”, indica Tamara Jiménez. “Una valoración global conjunta por parte de todos los especialistas es muy necesaria en este perfil de enfermos”, concluye la enfermera.