Un artículo de Sandra Pàmies,
psicóloga y gerontóloga social en entornos domiciliarios





El bienestar emocional es una dimensión clave de la salud global en todas las edades, también en edades avanzadas. Aun así, en muchos hogares sigue siendo una preocupación silenciosa. Los síntomas de malestar emocional suelen pasar desapercibidos o confundirse con “cosas de la edad”. En este artículo exploramos cómo promover la salud mental de las personas mayores desde casa, con un enfoque comunitario, transdisciplinar y basado en el respeto a la autonomía y la participación.

¿Por qué es importante cuidar la salud mental desde casa?

El entorno domiciliario es, para muchas personas mayores, el espacio donde transcurre gran parte de su vida diaria. Desde una perspectiva psicosocial, el hogar no es solo un lugar físico: es un espacio simbólico, emocional y relacional. Por ello, es también un lugar privilegiado para promover la salud mental.

El cuidado emocional en casa puede favorecer:

  • La permanencia en un entorno conocido y seguro, que ayuda a reducir la ansiedad y los cambios bruscos.
  • La posibilidad de adaptar los apoyos al ritmo de vida y las necesidades de cada persona.
  • La detección temprana de síntomas emocionales, gracias al contacto frecuente con personas cuidadoras o profesionales.
  • La preservación de roles, rutinas y vínculos que refuerzan el sentido de identidad y pertenencia.

Algunos beneficios clave del acompañamiento en salud mental desde casa incluyen:

  1. Reducción del aislamiento social: mantener el contacto con el entorno cercano ayuda a prevenir la soledad no deseada, determinante social de la salud y un factor de riesgo asociado a la depresión, el deterioro cognitivo, la pérdida de autonomía e incluso a la mortalidad.
  2. Mejora del estado de ánimo y la autoestima: un entorno emocionalmente estimulante, con rutinas significativas y relaciones afectivas, favorece el equilibrio psicológico y la percepción de bienestar.
  3. Atención centrada en la persona: el domicilio permite un acompañamiento personalizado, respetuoso con la historia de vida, valores y deseos de la persona mayor.

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El hogar no es solo un lugar físico: es un espacio simbólico, emocional y relacional

¿Cómo acompañar la salud mental de las personas mayores en casa?

El acompañamiento emocional requiere estrategias planificadas, formación y una actitud empática por parte del entorno familiar y profesional. Algunas claves para cuidar la salud mental desde casa incluyen:

  1. Promover rutinas significativas: realizar actividades adaptadas a los intereses y capacidades de la persona, fomentando su participación activa y significativa en la vida cotidiana. Las rutinas dan estructura al día y reducen la sensación de vacío.
  2. Fomentar la comunicación emocional: escuchar sin juzgar, validar emociones y crear espacios de conversación en los que la persona pueda expresar sus voluntades, deseos y preferencias.
  3. Detectar señales de malestar: cambios en el sueño, apetito, estado de ánimo o nivel de energía pueden ser indicadores de ansiedad o depresión. La observación atenta y la consulta con profesionales son fundamentales.
  4. Reforzar las relaciones sociales: facilitar la visita de familiares y amistades, la participación en actividades comunitarias o la conexión digital con seres queridos es esencial para sostener el bienestar emocional.

¿Cuáles son los desafíos del acompañamiento emocional en el entorno domiciliario?

Aunque cuidar en casa puede ser beneficioso, también conlleva dificultades que deben abordarse:

  1. Invisibilización del sufrimiento emocional: a menudo, los síntomas de malestar se minimizan o se atribuyen erróneamente a la edad, dificultando una intervención adecuada. Estas son algunas soluciones para abordarlo:
  • Formar a las personas cuidadoras (familiares y profesionales) para identificar señales de alerta.
  • Incorporar evaluaciones regulares del estado emocional de las personas cuidadas en los servicios de atención domiciliaria.
  • Promover campañas comunitarias que visibilicen la salud mental como parte del envejecimiento saludable.

  1. Estigma asociado a la salud mental: el miedo a ser considerado “débil” o “dependiente” puede dificultar la expresión emocional o la solicitud de ayuda. ¿Qué podríamos hacer para luchar contra este estigma? 
  • Utilizar un lenguaje respetuoso, accesible y libre de etiquetas para hablar de salud mental.
  • Introducir el apoyo emocional como parte natural del acompañamiento domiciliario, no como algo excepcional.
  • Fomentar testimonios de personas mayores que han recibido apoyo y lo valoran positivamente.

  1. Sobrecarga de las personas cuidadoras: quien cuida también necesita cuidados. La falta de apoyo emocional y la exigencia constante pueden derivar en agotamiento físico y psicológico. ¿Qué podemos hacer al respecto?
  • Garantizar tiempos de respiro familiar con servicios de apoyo puntuales o rotaciones.
  • Ofrecer orientación emocional y formación a las personas cuidadoras sobre autocuidado y gestión del estrés.
  • Fomentar grupos de ayuda mutua o espacios de encuentro emocional entre personas cuidadoras.

  1. Falta de coordinación entre recursos: en ocasiones, los servicios sanitarios, sociales y comunitarios no actúan de forma coordinada, lo que dificulta una atención integral y continua. Algunas soluciones podrían ser las siguientes:
  • Establecer equipos transdisciplinares de atención domiciliaria que incluyan profesionales de la psicología, trabajo social, enfermería y medicina.
  • Crear circuitos de derivación y comunicación claros entre niveles asistenciales.
  • Invertir en figuras de coordinación o referentes únicos para una gestión de apoyos continua y personalizada para cada persona mayor.  

Estrategias de afrontamiento, capital social y participación

La promoción de la salud mental en casa debe ir más allá del tratamiento del sufrimiento. Es necesario fomentar capacidades, vínculos y espacios de participación que fortalezcan a la persona y su entorno de forma preventiva. Algunas estrategias clave incluyen:

  1. Afrontamiento activo: ayudar a la persona a identificar sus fortalezas y recursos personales para afrontar las situaciones difíciles. Esto puede incluir técnicas de respiración, actividades placenteras y significativas o el acompañamiento terapéutico.

  2. Fortalecimiento del capital social: las relaciones de confianza, apoyo y reciprocidad con familiares, amistades, vecindario y profesionales son protectoras frente al aislamiento y el malestar emocional. Cuidar la red social es cuidar la salud.

  3. Participación comunitaria: incluir a las personas mayores en actividades del barrio, iniciativas culturales o espacios intergeneracionales refuerza su sentido de utilidad, pertenencia y dignidad.

  4. Autonomía relacional: promover decisiones compartidas y respetar la voluntad de la persona, incluso en situaciones de dependencia, ayuda a sostener su identidad y su salud mental.

Estrategias para mejorar los cuidados domiciliarios con enfoque en salud mental

Para mejorar la atención emocional en casa, es recomendable:

  1. Formar a las personas cuidadoras en detección de malestar emocional, autocuidados y estrategias de acompañamiento psicosocial.
  2. Incorporar profesionales de la psicología en los equipos de atención domiciliaria, para realizar seguimientos y apoyos preventivos.
  3. Ofrecer recursos de respiro familiar y apoyo emocional a quienes cuidan, mediante grupos de ayuda mutua, orientación o servicios de relevo.
  4. Impulsar políticas públicas que reconozcan el cuidado domiciliario como parte esencial del sistema de atención, y garanticen acceso equitativo a servicios de salud mental comunitaria.

Conclusión

Cuidar la salud mental en casa no es solo una opción viable, sino una necesidad urgente en el contexto de una sociedad que envejece. Las casas son los primeros espacios de cuidado, los lugares donde las emociones se hacen visibles —o se silencian— y donde se construye gran parte del bienestar o del sufrimiento cotidiano.

Abordar la salud mental desde el entorno domiciliario implica reconocer que los tratamientos clínicos no lo son todo. Es en la cotidianidad —en la mesa del comedor, en una conversación sin prisa, en la mirada de quien cuida o en la llamada de una vecina— donde comienza la prevención y el acompañamiento emocional. Y también donde se ejerce, de forma concreta, el derecho a envejecer con dignidad.

Una mirada comunitaria, integradora y transdisciplinar permite tejer redes, multiplicar apoyos y reconocer que la salud mental no es responsabilidad exclusiva de psicólogos/as o psiquiatras, sino de todos los agentes implicados en el cuidado: personas mayores, familias, profesionales, voluntariado, instituciones públicas y la comunidad.

Cuidar en casa, desde esta perspectiva, es también cuidar el tejido social, fomentar el protagonismo de las personas mayores en su proceso vital y evitar que el sufrimiento se aísle. Porque el bienestar emocional no es un lujo, sino una base indispensable para vivir —y envejecer— bien.

Y porque la salud mental no empieza en una consulta, sino en una presencia que acompaña, en una rutina con sentido o en una red que sostiene cuando la vida duele. Cuidar desde ahí no solo es posible: es profundamente transformador.