Un artículo del Dr. Javier García Monlleó,
Presidente de la Sociedad Andaluza de Geriatría y Gerontología (SAGG)
Presidente de la Comisión de Deontología del Colegio de Médicos de Granada

Introducción

Escribir sobre la pandemia de Covid-19 en estas fechas, que aún estamos sufriendo en nuestras comunidades las consecuencias de esta terrible crisis sanitaria mundial, es un tanto atrevido, pero a la vez demuestra cierta valentía, porque hacerlo después retrospectivamente conlleva un análisis diferente y con menor incertidumbre, lo que supondría un menor riesgo de error.

Ponerme a ello, supone un deber moral a nuestros mayores que sin duda han sido los más afectados por esta pandemia. Además, es una responsabilidad ineludible como representante de muchos médicos geriatras y otros profesionales sanitarios que forman parte de la Sociedad Andaluza de Geriatría y Gerontología a la cual represento como presidente y como presidente de la Comisión de Deontología del Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Granada.

España, como prácticamente el resto del mundo, está viviendo una situación excepcional y dramática ante la pandemia causada por el coronavirus. El brote de la enfermedad Covid-19 ha afectado a nuestras vidas de múltiples formas, pero en especial a un colectivo. Dos de cada tres personas que han fallecido en España por la Covid-19 eran mayores de 65 años. La pandemia por coronavirus ha sido especialmente agresiva con nuestros mayores, donde está teniendo los efectos más devastadores. Desde nuestra visión como geriatras, el virus que tanto ha castigado a este colectivo, nos ha obligado a mirar de frente a uno de los principales retos que tenemos como sociedad: una población envejecida.

Nuestra supervivencia está diez años por encima de otros países de nuestro entorno y está calculado que, dentro de unos 20 años, habrá más población mayor que joven. Ante esta realidad social, el papel de la geriatría y la gerontología es clave. Sin ir más lejos, muchos miran a esta especialidad como una de las profesiones del futuro. El compromiso y saber hacer de geriatras y gerontólogos es indiscutible, y esta crisis está evidenciando la necesidad de replantear el apoyo a la labor de estos profesionales que a diario atienden a millones de personas mayores y dependientes en nuestro país.

Esta pandemia obliga a reformular el modelo de atención a los mayores

El envejecimiento es un reto transversal, y para abordarlo necesitamos dar un fuerte impulso a la especialidad en geriatría, para así mejorar la calidad asistencial de nuestros mayores. Estoy de acuerdo con el Prof. J.M. Ribera Casado (“Covid-19 y el tema de las residencias: algunas reflexiones” RANM 9-junio-2020) que no se trata ahora de culpabilizar a personas o instituciones por cómo se ha gestionado esta pandemia o se está haciendo aún, sino más bien en hacer un análisis pormenorizado desde la Ética de la Sociedad, la Deontología de nuestra profesión médica y desde la visión de la Geriatría de la importancia de la solidaridad para proteger a los más vulnerables.

Como también dice nuestro colega Gabriel Heras en su testimonio desde la UCI de la crisis del coronavirus (En primera línea, ed. Península, junio 2020) “ya llegará el momento de discutir reposadamente que falló en la gestión de esta pandemia y los responsables de tomar decisiones sanitarias no podrán obviar que estaban al corriente de lo que ocurría en nuestros hospitales e incluso les tocará reconocer que podrían haber avisado a tiempo.

La atención en las residencias de ancianos

Según uno de los últimos informes de la Organización Mundial de la Salud (OMS) la mitad de las muertes derivadas del coronavirus Covid-19 en occidente se han producido en residencias de ancianos. Un hecho que ha puesto sobre la mesa un debate sobre el sistema de cuidado de mayores y los equipos de dependencia de cara al futuro. Y es que, si algo está dejando claro esta pandemia es que hace falta reformular el modelo de atención a los mayores.

Seguramente nos convenceremos por las experiencias vividas que los servicios sociales y los servicios sanitarios tienen que ir juntos y no pueden actuar como compartimentos estancos, ha sido la intervención de Salud en centros de mayores la que ha permitido en bastantes situaciones parar la epidemia.

Esta unión de ambas áreas se traduce, entre otros, en un ejemplo concreto: residencias de ancianos ‘medicalizadas’. Centros de carácter sociosanitario, que estén integrados en el territorio y en conexión directa con el hospital de referencia. Dada la experiencia vivida en esta pandemia tendríamos que pensar en un modelo de nueva residencia medicalizada que cuente con, mínimo, un médico, un servicio de Farmacia con tratamiento intravenoso, enfermeras 24 horas, un gran espacio que se pueda dividir en salas (para, por ejemplo, realizar aislamientos ante virus tan contagiosos como el coronavirus), con un equipo de fisioterapeutas, conexión directa con el hospital de referencia, equipos para hacer análisis de sangre e, incluso, el instrumental necesario para hospitalizaciones de carácter leve.

También incidimos en la importancia de mejorar y potenciar la atención domiciliaria y los servicios a la dependencia: “Si tú le preguntas a alguien dónde quiere pasar sus últimos días siempre dirá que en su casa”, debemos potenciar los servicios domiciliarios y los pisos tutelados incrementando mucho la atención a la dependencia de ambos servicios.

Esta situación que estamos viviendo de la asistencia en las residencias durante la pandemia del coronavirus, ha tenido un gran impacto y hemos de reflexionar sobre las políticas sanitarias y sociales que en los últimos años se han desarrollado en este país para estas personas, las más vulnerables de nuestra sociedad, coincidimos que han sido claramente insuficientes y en muchas ocasiones negligentes.

No sabemos las causas y circunstancias con precisión, pero es una realidad que las personas fallecidas en las residencias han sido bastante desiguales por territorios y comunidades de España. Concretamente en Andalucía ha sido bastante menor que en otras como por ejemplo Aragón o Castilla y León. Esto lo manifiesto en una reciente entrevista que me hicieron para Andalucía-Información, pero haciendo una llamada de atención para que no suponga bajar la guardia en medidas de prevención ni para relajarnos.

García Monlleó señala que Andalucía no se ha visto tan afectada por la pandemia en los centros residenciales como otras comunidades, pero recuerda que aun así “ha habido más de seis mil contagios y más de quinientas personas que han perdido la vida en este sector poblacional” en la región. Las residencias y centros sociosanitarios de atención a personas mayores son los espacios más vulnerables frente al coronavirus”, remacha.

Por ello, considera que, de cara al futuro, hay que mejorar las cosas que “hemos hecho regular”. “Es necesario una detección y diagnóstico precoz de casos positivos y establecer un plan de actuación único, tanto para los centros públicos como privados”, propone. En este sentido, considera que las derivaciones al hospital de agudos de ancianos con Covid-19 no deben basarse exclusivamente por la limitación de la edad, sino “por criterios de situación funcional y pronóstico y deben ser individualizadas”.

Esto nos atañe a todos. También a la ética social, la deontología y a la justicia, que ahora se ha lanzado sorprendida a abrir investigaciones, seguro que muchas de ellas justificadas, para aclarar por qué se ha producido la elevada mortalidad que hemos sufrido en estos centros.

Digámoslo claramente, porque el reconocimiento del error nos ayudará a plantear soluciones. Como decía antes, quizás no es el momento de buscar culpables, pero si tenemos que asumir que hemos fallado como sociedad, todos, en la protección de las personas más vulnerables. En los siguientes días y semanas contemplaremos, estupefactos, discursos poscrisis variopintos, acelerados y, la mayoría, terriblemente superficiales.

El que nunca ha mirado el problema ahora lo mirará, pero pasará muy rápido y por encima, porque lo que ve no le gusta. Y propondrá soluciones también rápidas. Pasará de la negligencia a la superficialidad, que es una conducta moralmente más soportable, pero igualmente ineficiente. Leeremos miles de debates y posicionamientos al respecto de las residencias de mayores en los siguientes meses. Sobre la conveniencia del modelo público-privado o solo público. Sobre el incremento de controles de calidad. Sobre la «medicalización» de las residencias. Sobre la infrafinanciación del sector residencial. Sobre los míseros salarios que se les pagan a los cuidadores. Sobre la poca coordinación de estos recursos con la sanidad pública…

Y todos estos debates y posicionamientos vendrán de los que durante años hemos tenido la responsabilidad de mejorar la atención a estas personas, las más frágiles de nuestra sociedad. De los partidos políticos que, de forma sistemática, no han incluido este tema como una prioridad en sus programas y planes de acción. Ahora hace falta que reconozcamos nuestra incapacidad para haber sido suficientemente diligentes cuidando a nuestros mayores.

Hagamos de la atención a estas personas tan vulnerables de nuestra sociedad un objetivo de país. Pongámoslo entre las prioridades de nuestra sociedad. Eso, ahora que necesitaremos más financiación y es el peor momento; y que ahora necesitaremos consenso político y es el peor momento; y a pesar de que ahora todos debemos hacer lo que no nos gusta: reconocer nuestros errores no para lanzarnos reproches, sino para aprender y no volverlos a cometer nunca más. Ahora no es momento de reproches, de luchas, de soluciones fáciles, de posicionamientos interesados. No podemos seguir tampoco mirando hacia otro lado o pasando la vista por encima y superficialmente. Basta ya de negligencia y de superficialidad.

Solo un debate serio, multidisciplinar, variado, responsable y ético nos dará la solución. Y el que antes de entrar en el debate no sea capaz de dejar en la antesala sus intereses políticos, económicos o de poder… que no entre. Es el momento de reconocer el error, afrontar el problema y buscar soluciones. Y decir en voz alta que queremos un final digno para nuestros mayores más vulnerables. Y para nosotros mismos. Y asegurarles a ellos que lo tendrán. Y asegurarnos nosotros de tenerlo.

Aspectos éticos y deontológicos

La Deontología Médica es el conjunto de principios y reglas éticas que han de inspirar y guiar la conducta de la profesión médica. Su conocimiento debe ser básico para todos los profesionales que ejercen la medicina. Son normas de autorregulación que todos hemos aceptado y, por ello, el deber de acatarlo y cumplirlo está por encima de opiniones y visiones particulares.

Desde la Organización Médica Colegial de España se promulgó su primer Código de Ética y Deontología Médica (CDM) en 1978 al amparo de la Constitución de 1976, que establece el reconocimiento y la necesidad de regular los colegios profesionales y el ejercicio de los profesionales titulados. Dicho Código fue actualizado en 1990 y 1999, estando aún vigente el de 2011, ya se está preparando una nueva edición que esperamos vea la luz muy pronto.

Entre sus principios generales destacamos unos puntos que nos van a venir muy bien para el análisis de esta pandemia que tanto ha afectado a las personas mayores y especialmente a los ingresados en residencias, están en sus artículos 5º y 6º del Capítulo II, donde se marcan las líneas universales de la Deontología Médica y de este Código. Aquí se recogen y definen aquellos rasgos y principios esenciales de la profesión médica, desde los principios más básicos del servicio al ser humano y a la sociedad, unido al respeto y consideración hacia la vida y dignidad humana, hasta la necesaria responsabilidad del médico para la conservación y preservación del sistema sanitario como instrumento principal de la sociedad en la atención y promoción de la salud:

  • La profesión médica está al servicio del ser humano y de la sociedad. Respetar la vida humana, la dignidad de la persona y el cuidado de la salud del individuo y de la comunidad son los deberes primordiales del médico
  • El médico debe atender con la misma diligencia y solicitud a todos los pacientes, sin discriminación alguna
  • El médico jamás perjudicará intencionadamente al paciente. Le atenderá con prudencia y competencia, evitando cualquier demora injustificada en su asistencia

La medicina dota hoy al médico de una indudable influencia sobre la persona enferma y como tal más débil y necesitada. Es la exigencia deontológica la que hace que el médico renuncie a ser un dominador de sus semejantes y se establezca entre ellos una relación de servicio, que será más intensa en momentos de necesidad. Este servicio consiste ordinariamente en la conjunción de disponibilidad, competencia y respeto con que médico atiende a todas las personas sin condicionamientos de ningún género.

En ocasiones extraordinarias la obligación de servicio a los pacientes impone al médico el ejercicio del altruismo, arriesgando su propia seguridad o el bienestar por atender las necesidades del prójimo, como atiende el artículo 5.3 del CDM:

  • La principal lealtad del médico es la que debe a su paciente y la salud de éste debe anteponerse a cualquier otra conveniencia. El médico no puede negar la asistencia por temor a que la enfermedad o las circunstancias del paciente le supongan un riesgo personal
  • Todo médico, cualquiera que sea su especialidad o la modalidad de su ejercicio, debe prestar ayuda de urgencia al enfermo o al accidentado
  • El médico no abandonará a ningún paciente que necesite sus cuidados, ni siquiera en situaciones de catástrofe o epidemia, salvo que fuese obligado a hacerlo por la autoridad competente o exista un riesgo vital inminente e inevitable para su persona. Se presentará voluntariamente a colaborar en las tareas de auxilio sanitario.

También de alguna manera han podido ser vulnerados determinados artículos, sobre todo cuando vemos en declaraciones que se ha podido actuar con negligencia o con nula calidad asistencial en determinadas residencias, especialmente por parte de gestores médicos que igualmente se deben a este Código: Capítulo IV: CALIDAD DE LA ATENCIÓN MÉDICA. Art. 23. 4.: “Los médicos con responsabilidades en la dirección y gestión de recursos actuarán siempre guiados por el bien colectivo y la equidad. Tienen un deber deontológico de honradez y ejemplaridad”.

Bibliografía y referencias

Ribera CasadoJ.M.“Covid-19 y el tema de las residencias: algunas reflexiones” WEBINAR Real Academia Nacional de Medicina. Madrid, 9-junio-2020

Heras G. “En primera línea” Un testimonio desde la UCI de la crisis del coronavirus. Ed. Península. Barcelona 2020

García Monlleó F.J. Entrevista Andalucía Información, 30-mayo-2020. https://andaluciainformacion.es/andalucia/901317/maxima-precaucion-ante-el-reencuentro-con-los-mayores/

Informe sobre Covid-19del Círculo Empresarial de Atención a Personas (CEAP) 5-junio-2020

Manual de Ética y Deontología Médica. Organización Médica Colegial de España. 2012

Código de Deontología Médica y Guía de Ética Médica. OMC. 2011