Un artículo de Pilar Puértolas,
Nutricionista en Centro Médico Complutense (Grupo Virtus)

El porcentaje mayor de casos diagnosticados Alzheimer se establece a partir de los 60 años, pero hay un tipo de Alzheimer denominado «demencia de Alzheimer de inicio precoz« que suele aparecer en edades más jóvenes.

Para entender más sobre esta enfermedad, es importante saber que la etiopatogenia del Alzheimer, o lo que es lo mismo, el origen o causa del desarrollo de una patología, es multifactorial, siendo uno de estos factores la dieta, la alimentación. También, estudios recientes indican que las enfermedades neurodegenerativas podrían estar directamente asociadas con alteraciones de la flora microbiana intestinal, ya que se ha comprobado que los pacientes con esta enfermedad presentan un microbioma característico.

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La dieta es un factor importantísimo en la enfermedad de Alzheimer pudiendo retrasar o reducir los síntomas del paciente

Para entenderlo mejor, hay que saber que la microbiota intestinal está compuesta por billones de microorganismos simbióticos y son un elemento esencial para el mantenimiento de la salud del individuo. Los cambios en su composición pueden estar provocados por la dieta, exposición a antibióticos, por patógenos, por estrés o por el estilo de vida. La evidencia reciente muestra como la alteración de la microbiota conlleva a una mayor permeabilidad de la barrera intestinal y la activación inmune que conduce a una inflamación sistémica, que a su vez puede dañar la barrera hematoencefálica y promover la neuroinflamación, la lesión neural y, en última instancia, la neurodegeneración.

En la actualidad, el Alzheimer sigue siendo incurable, pero se siguen buscando estrategias de actuación que retrasen su progreso. Es en este punto donde la nutrición y los patrones dietéticos se convierten en factores clave en la atención clínica de las personas con enfermedades neurodegenerativas. Algunas vitaminas y minerales tienen importantes propiedades antioxidantes y antiinflamatorias que pueden proteger del daño oxidativo, la neuroinflamación y el posterior deterioro cognitivo, además de su influencia sobre la flora microbiana intestinal. Por otro lado, las personas con esta enfermedad suelen perder el apetito lo que conlleva una pérdida de peso gradual y un empeoramiento del estado nutricional, lo que contribuye a un mayor deterioro cognitivo.

Uno de los patrones dietéticos que ha demostrado reducir los riesgos degenerativos es la dieta mediterránea caracterizada por el elevado aporte de verduras, frutas, legumbres, pescado, cereales completos y grasas insaturadas, principalmente aceite de oliva. Esta dieta nos asegura la ingesta de grasas saludables, antioxidantes y fibra. La combinación de la Dieta Mediterránea con la dieta para controlar la hipertensión (DASH) da lugar a lo que se ha denominado Dieta de Intervención para el Retraso Neurodegenerativo (MIND), que tiene un efecto neuroprotector.

Esta dieta se caracteriza por el consumo de alimentos naturales de origen vegetal, principalmente vegetales de hoja verde, y una disminución en el consumo de alimentos de origen animal y con alto contenido de grasas saturadas. El patrón dietético occidental caracterizado por un alto consumo de carne está fuertemente asociado con el riesgo de desarrollar Alzheimer. Una ingesta excesiva de grasas saturadas provoca un aumento de la permeabilidad intestinal que, como consecuencia, producen inflamación sistemática y enfermedad.

Son numerosas las evidencias que relacionan los niveles reducidos de antioxidantes, como la vitamina E y ácidos grasos poliinsaturados con la aparición de Alzheimer. El consumo de ácidos grasos Omega-3 mejora la memoria y el aprendizaje al tiempo que aumenta la protección neuronal. Estos ácidos se encuentran de manera natural en los pescado y mariscos (especialmente pescados grasos de agua fría, como salmón, caballa, atún, arenques, y sardinas), en las nueces y semillas de lino y chía. Fuentes de vitamina E serían: aceite de girasol, nueces, almendras, avellanas, semillas de girasol y hortalizas de hoja verde como las espinacas y el brócoli.

Los cambios en la composición de la flora microbiana intestinal como resultado de diferentes hábitos alimenticios es probablemente uno de los factores ambientales que impactan en el desarrollo de la Enfermedad de Alzheimer. Una dieta sana y variada promueve una microbiota más diversa. Un alto consumo de azúcares y grasas saturadas provoca una inflamación sistemática que afecta al SNC debido a los cambios que producen en la composición de la microbiota en pacientes con Alzheimer. 

Por lo tanto, la dieta es un factor importantísimo en la enfermedad de Alzheimer pudiendo retrasar o reducir los síntomas del paciente. En Grupo Virtus somos conscientes de la importancia de prevenir la aparición de enfermedades y de la detección precoz, por lo que compartimos los síntomas más característicos:

  • Pérdida de memoria
  • Dificultad para concentrarse
  • Dificultad para realizar las tareas habituales
  • Confusión sobre el tiempo y espacio
  • Dificultad con la compresión visual
  • Problemas con la expresión oral
  • Aislamiento de las actividades sociales
  • Cambios de conductas y de ánimo
  • Extraviar objetos