Un artículo de la Dra. Teresa Marcellán Benavente,
Presidenta de Sociedad Navarra de Geriatría y Gerontología (SNGG)

La vida gira como una espiral donde todo se repite y nada es igual. Así, en la misma fecha, cada año sumamos uno más. Sin más, poco a poco, el cuerpo, la mente, la sociedad va cambiando y, en una vuelta de la espiral, uno se asombra de su propia historia, de su propia vida. Cuando la espiral se rompe antes de tiempo deja una orfandad permanente en la siguiente generación subsanada por puentes entre otras espirales cercanas.

El 1 de octubre se conmemora el Día Internacional de las Personas Mayores. Un Día para tomar conciencia de su existencia y relevancia. Vivimos en una sociedad envejecida en la que una de cada 5 personas es mayor de 65 años, con estimaciones a que sea una de cada 4 en años venideros. El envejecimiento de la población no deja de ser un logro y un éxito de la sociedad en la que se presenta.

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El proceso del envejecimiento se caracteriza por una gran variabilidad individual en su aparición, intensidad y cadencia

La definición de mayor a partir de los 65 años es meramente artificial y, al igual que los 18 años marcan la mayoría de edad, los 65 marcaban la edad de jubilación, edad en transición hacía los 67 en estos momentos. Teniendo en cuenta que son 120 años los estimados como edad máxima del ser humano, estamos abocados a que los mayores ocupen la etapa más longeva de la vida en la que se encuentran dos generaciones.

Acotando en 100 años, son 35 los que se pertenece al grupo de mayores. En esos 35 años múltiples cambios acontecen a nivel individual y social. En la franja etaria de los 65 a los 70, gran parte de la población no se percibe mayor. Sin embargo, no hay duda al pasar los 80 años.

La OMS define un periodo geriátrico temprano de 65 a 84 años y un periodo geriátrico tardío para los mayores de 85 años. A este se le conoce como el sobre-envejecimiento poblacional. Las estadísticas evidencian su continuo incremento.

A nivel individual uno es mayor siempre que se compara con otro de menor edad. Curiosamente, el ser humano tiende a sentirse mejor que “el vecino” y así, en un entorno de edad avanzada, no es difícil escuchar de un nonagenario respecto de los demás: “¡estas personas son tan mayores!”, sin sentir el más mínimo atisbo de sensación de igualdad.

El proceso del envejecimiento se caracteriza por una gran variabilidad individual en su aparición, intensidad y cadencia. Viene marcado por cambios biológicos que surgen con el paso del tiempo. Algunos se inician a partir de los 30 años y se van modelando poco a poco hacia la pérdida en la reserva orgánica. Unos cambios son visibles y otros sólo se manifiestan ante la presencia de enfermedad. La progresión de las pérdidas determina una mayor susceptibilidad para enfermar ante estímulos cada vez menos intensos. Todo este proceso natural en sí mismo está condicionado por el estilo de vida previo y por las secuelas de la patología previa.

A nivel colectivo contar con las personas mayores en la sociedad en la que viven es imprescindible para la sostenibilidad del sistema, como apunta Alex Kalache, impulsor del concepto: envejecimiento activo. Su contribución en la sociedad es lo que concede la posibilidad de envejecer con salud. Que su voz sea oída es una cuestión de derechosque también contribuye a mejorar la autoestima con efectosbeneficiosos en la salud.

El mantenerse activo depende en parte del componente intrínseco de la persona y, aunque no puede generalizarse de la excepción, en estado de fragilidad se puede contribuir con la sociedad. Así lo demostró el británico capitán Tom Moore que, a sus 99 años y con el apoyo de su andador, fue capaz de caminar, cumplir con su objetivo y recaudar 32 millones de libras para el Servicio Británico de Salud durante la pandemia en el año 2020.

Muchos son los mayores que se mantienen activos. En Navarra, un ejemplo ha sido D. Tomás Yerro, premio Príncipe de Viana y socio honorífico de la Sociedad Navarra de Geriatría y Gerontología, por nombrar alguna de sus múltiples facetas. Tuvo a bien dedicar parte de su tiempo a escribir y recopilar artículos relacionados con la realidad de las personas mayores. Antes de su adiós, publicó Personas Mayores, patrimonio de primera, de lectura casi obligada para poder entender y reflexionar sobre las múltiples connotaciones delo que significa ser y sentirse mayor.

En la actualidad, se habla de una “epidemia de aislamiento y soledadque azota expresamente a las personas mayores. Saber quién te va a cuidar y si vas a tener un mínimo de ingresos para vivir una vida digna son también dos de sus preocupaciones. Se necesita, como manifiestan, seguridad y protección.

Como sociedad, podemos colaborar y generar comunidad como activo contra esa soledad no deseada. Esta es una de las propuestas planteadas la semana pasada en la presentación del estudio liderado por la Cruz Roja: La soledad en las personas mayores que viven solas, aproximación a la realidad de Navarra. Dar contenido a la vida, ser realistas con la realidad cambiante y adecuar repuestas a las diversas situaciones son tareas a resolver con la participación activa de las personas mayores y los apoyos de la sociedad en la que vive.