Una de cada cuatro mujeres mayores de 65 años del País Vasco (el 23,4%) ha sufrido violencia de género a lo largo de su vida y un 5,7% la sufren actualmente, tal y como revela el estudio “Violencia de género y mujeres mayores en la Comunidad Autónoma de Euskadi: visibilizando una vulnerabilidad opaca”, realizado por Iratxe Herrero y Carlos Díaz de Argandoña, gracias a una beca concedida por Emakunde.

Estos datos supondrían que, solo en el País Vasco, en torno a 67.559 mujeres mayores han sufrido algún tipo de violencia de género a lo largo de su vida y que aproximadamente 16.456 están sufriendo actualmente una violencia invisibilizada.

Tal y como destacó la directora de Emakunde, Miren Elgarresta, durante la presentación de este estudio, es importante visibilizar la “especial vulnerabilidad de las mujeres mayores ante la violencia machista”, ya que “su visibilidad contribuye a la detección de casos y a facilitar su acceso a las a recursos especializados”

Además señalo que, a pesar “de que las mujeres mayores son diversas y no todas responden a un mismo perfil, se puede hablar de una especial vulnerabilidad debido a factores asociados a su edad. Entre ellos destaco “que son mujeres que en su mayoría no han disfrutado de autonomía económica; han vivido en el pasado una época en la que debían pedir permiso a sus maridos para trabajar, para abrir una cuenta corriente o para salir al extranjero; en esa época la violencia contra las mujeres era un problema personal, de puertas adentro, y no, social como lo es hoy; y, en su mayoría, se han dedicado casi al completo al cuidado de las demás personas y sin espacios para el ocio y el disfrute personal”.

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Este estudio estima que una de cada cuatro mujeres mayores de 65 años ha sufrido violencia machista a lo largo de su vida

El estudio “Violencia de género y mujeres mayores en la Comunidad Autónoma de Euskadi: visibilizando una vulnerabilidad opaca” señala otras características de las mujeres mayores de 65 que sufren violencia:

  • son víctimas de violencia de muy larga duración
  • asumen y normalizan la violencia, adaptándose a ella

  • han asumido la obligación de mantener su rol de esposa y madre como elemento que define su identidad y su prestigio social, por lo que desvincularse de este papel supone para ellas una dificultad mayor

  • desarrollan un comportamiento de mayor aceptación de las experiencias vitales, conocido popularmente como «cultura del aguantar»

  • tienen un estado de salud físico y psicológico más deteriorado y una autopercepción de su estado de salud y de su imagen más negativa que otras mujeres de su edad

  • presentan un mayor grado de aislamiento social

  • la mayor parte de ellas se mantienen en la relación hasta que esta cesa por fallecimiento del hombre o de ellas mismas

  • visibilizan menos su situación y lo comunican menos a su entorno

  • tienen una mayor dificultad para identificarse como víctimas, para reconocer su derecho a ser ayudadas y para solicitar ayuda de manera explícita

Por su parte, los hombres mayores maltratadores también presentan características singulares, entre las que destacan la socialización patriarcal más intensa que han recibido en comparación con las generaciones más jóvenes, en un contexto social más permisivo que el actual con este tipo de violencia lo que ha contribuido a reforzar y legitimar sus comportamientos violentos.

Además, con el paso de los años, cronifican su comportamiento violento y modulan el tipo de violencia ejercida en frecuencia e intensidad en función del cambio producido en sus capacidades físicas y cognitivas por el propio envejecimiento del organismo.

Asimismo, otra característica observada en los hombres maltratadores es mostrar una doble imagen pública y privada, que ha contribuido a ocultar su conducta violenta, lo que adquiere un papel significativo en la vejez debido a la existencia de estereotipos de bondad o fragilidad asociados a las personas mayores que contribuyen también a invisibilizar sus comportamientos violentos en esta etapa de su vida.

El estudio destaca también el papel de las asociaciones, que son clave en la respuesta social a estas víctimas mayores porque desempeñan funciones que resultan fundamentales en la atención dada a estas mujeres.

Así, ofrecen espacios informales de interacción que permiten establecer los vínculos necesarios para crear un clima de confianza que facilite cualquier actuación dirigida a estas víctimas, tanto para identificar casos como para desarrollar actividades de sensibilización, información e intervención. También son espacios de respiro para aquellas mujeres que todavía mantienen la relación de pareja. Son un complemento necesario a la labor realizada por el sistema de recursos de la red formal de atención.

Es estudio advierte también que existen unos perfiles de mujeres mayores víctimas de violencia de género especialmente vulnerables: las mujeres de la cuarta edad, las que viven en el medio rural y las que no acuden a los recursos de atención o a las asociaciones.

Este trabajo es obra Iratxe Herrero Zarate, socióloga, gerontóloga y criminóloga; y Carlos Díaz de Argandoña Fernández, politólogo, agente de igualdad y formador en competencias para el desarrollo profesional y personal. Ambos lleva colaborando 20 años en el ámbito de la investigación social aplicada y la formación. Actualmente codirigen y-logika, una consultora especializada en longevidad y personas mayores.

Las personas interesadas pueden consultar y descargar aquí el estudio “Violencia de género y mujeres mayores en la Comunidad Autónoma de Euskadi: visibilizando una vulnerabilidad opaca”.

El siguiente vídeo de Emakunde está realizado a partir de testimonios reales de mujeres mayores que han sufrido violencia de género: