«Ser cuidador de una persona en situación de dependencia supone cuidar los 365 días del año, las 24 horas del día, lo que conlleva una gran responsabilidad y, en consecuencia, un gran desgaste y cansancio físico, emocional y social, que conocemos comúnmente como sobrecarga del cuidador», tal y como detalla Selene Sánchez, psicóloga de los Centros de Día IMQ Igurco.

Para la persona cuidadora, la duración y la progresión de la enfermedad provocan una situación «de alto estrés físico y emocional. Esto implica un cambio significativo en su vida junto con transformación de roles o sentimientos de tristeza, confusión e indefensión por el desconocimiento de la enfermedad y de sus cuidados. A esto hay que añadir que la responsabilidad de ayudar y cuidar no es siempre compartida, lo cual supone un mayor riesgo de sobrecarga», advierte Selene Sánchez.

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Para cuidar de otros, primero hay que cuidar de uno mismo, señala Selene Sánchez, psicóloga de los Centros de Día IMQ Igurco

«Ser cuidador es una labor de amor y dedicación», señala la psicóloga, quien también pone de manifiesto que para cuidar de otros, primero hay que cuidar de uno mismo. En este sentido, «es preciso recordar que un cuidador en plenitud es sinónimo de un cuidado de calidad. Protegerse de la sobrecarga no solo beneficia al cuidador, sino también a la persona que recibe la atención. Es una inversión en bienestar mutuo», indica esta experta.

Por todo ello, para la psicóloga de IMQ Igurco«es esencial que las personas cuidadoras también se cuiden a sí mismas». Y para lograrlo ofrece varios consejos para evitar la sobrecarga:

1. Establecer un plan de cuidados
Gestionar el tiempo de una manera eficiente, estableciendo una rutina diaria. Se recomienda elaborar una lista de tareas con objetivos concretos y realistas.

2. Compartir las tareas y/o solicitar ayuda
Pedir ayuda no es sinónimo de debilidad. El cuidado compartido es la clave para minimizar la sobrecarga, si bien, esta opción puede no contemplarse, por lo que sería conveniente apoyarse en los recursos asistenciales.

3. Buscar apoyo
Participar en grupos de apoyo puede ser una excelente manera de compartir experiencias y estrategias, aprender de los demás y sentirse comprendido y apoyado.

4. Educarse
Conocer las condiciones en las que se encuentra la persona a la que se cuida puede ayudar a comprender y a manejar las situaciones que pueden ir desarrollándose.

5. Establecer límites
Es importante reconocer que no se puede con todo. Poner límites claros y aprender a decir “no” pueden ayudar a evitar la fatiga.

6. Cuidarse
Es conveniente dedicar tiempo a realizar actividades placenteras que ayuden a desconectar, así como mantener una rutina de ejercicio, una dieta equilibrada y dormir lo suficiente para mantenerse fuerte y saludable.

7. Escuchar las señales de alarma
Se ha de prestar atención a síntomas como irritabilidad, fatiga, problemas de sueño, sentimientos de desesperanza o culpa. Es importante expresar los sentimientos y buscar ayuda profesional si se detectan estos síntomas.

8. No descuidar al resto de la familia
Reservar tiempo para la familia es fundamental, así se podrán evitar situaciones de tensión con la pareja o con los hijos.

9. Acudir a las citas médicas
No se ha de relegar a un segundo plano la salud. En las consultas es recomendable informar del rol de cuidador y hacer referencia a cualquier síntoma físico y/o mental.

10. Fomentar la autonomía de la persona dependiente
Es importante que la persona sea lo más autónoma posible. Hacerle partícipe de aquellas actividades que todavía puede realizar ayuda a reforzar su autoestima.

Cabe destacar que, según los datos del Ministerio de Derechos Sociales, solo en Euskadi, un total de 336.616 personas son ya potencialmente dependientes, habiéndose tramitado por parte de las instituciones 108.729 resoluciones de grado y concedido las diputaciones casi 90.000 prestaciones por este motivo, según datos de la dirección de Servicios Sociales del Gobierno Vasco.