La obesidad multiplica por dos el riesgo de padecer insuficiencia cardiaca, tal y como advierte la Dra. Nuria Vilarrasa, especialista en Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario de Bellvitge (Barcelona) y miembro del Área de Obesidad de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN).

Algunos estudios estiman que el riesgo de insuficiencia cardiaca aumenta un 5% en el caso de los hombres, y un 7% en el de las mujeres, por cada punto de incremento en el índice de masa corporal. “Esto se explica porque la presencia de adiposidad visceral se asocia con un incremento de la inflamación, resistencia a la insulina, una hipertrofia del ventrículo izquierdo, disfunción diastólica y sistólica del mismo, así como con una disfunción arterial y del músculo esquelético, todo lo cual puede llevar al desarrollo de la insuficiencia cardiaca”, alerta la Dra. Nuria Vilarrasa.

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Las personas obesas mayores de 65 años tiene mayor riesgo de padecer insuficiencia cardiaca

Aunque este problema cardiaco puede originarse en todas las personas con obesidad, aquellas que tienen un mayor riesgo son las mayores de 65 años y/o las que padecen hipertensión arterial, diabetes tipo 2, insuficiencia renal crónica, cardiopatía isquémica y fibrilación auricular. “Todavía las cifras son poco conocidas porque está infra diagnosticada, pero aproximadamente un 80% de los pacientes con insuficiencia cardíaca viven con sobrepeso/ obesidad”, recalca la miembro del área de Obesidad de la SEEN.

En este sentido, la Dra. Vilarrasa lamenta la dificultad que hay para detectar la insuficiencia cardiaca en personas con obesidad, ya que “los síntomas principales como la disnea (falta de aire) y los problemas para realizar actividad física se suelen atribuir a la propia obesidad, en lugar de a la insuficiencia cardiaca”.

Por ello, esta especialista subraya la importancia de que los profesionales sanitarios que atienden a pacientes con obesidad tengan la sospecha clínica de la insuficiencia cardiaca y les exploren para descartar la presencia de edemas o crepitantes en la auscultación. Asimismo, ante la sospecha es aconsejable realizar otras pruebas como, por ejemplo, un electrocardiograma, la determinación de biomarcadores plasmáticos como el proBNP y para su confirmación una ecocardiografía cardiaca u otras técnicas de imagen.

En el caso de que se detecte una insuficiencia cardiaca es necesario que, además del tratamiento médico, los pacientes se adhieran a una dieta saludable y realización de ejercicio físico, ya que se ha observado que una pérdida de peso del 10% mejora este problema cardiaco e, incluso, puede revertirlo.

Obesidad, un factor de riesgo del hígado graso

Por su parte, el Dr. Didac Mauricio, vicepresidente segundo de la SEEN, alerta de que la obesidad es también un factor de riesgo del hígado graso, una enfermedad hepática esteatósica asociada a una disfunción metabólica que puede desembocar en una cirrosis e, incluso, incrementar el riesgo de tumores hepáticos.

Y es que hasta un 70% de los pacientes con obesidad puede desarrollar hígado graso. “Una causa frecuente de aparición del hígado graso es la ingesta excesiva de alcohol, pero en ausencia de esta causa, lo que desencadena esta complicación es el sobrepeso/obesidad, y especialmente la diabetes tipo 2”, señala el Dr. Mauricio.

Sabemos perfectamente que estas enfermedades están asociadas a un estilo de vida poco saludable, en términos de poca actividad física y hábitos dietéticos poco saludables. Por ello, estas personas deben volver a unos hábitos de vida saludables, como tratamiento de base, que permita mejorar las condiciones que lo provocan, esto es la obesidad y la diabetes tipo 2”, argumenta el experto de la SEEN.

En este sentido, el doctor recomenda también que los profesionales sanitarios, especialmente los endocrinólogos, incorporen en la práctica clínica el cribado del hígado graso en los pacientes obesos y no sólo en aquellos casos son obesidad grave, como actualmente se está haciendo. “Debemos promover el cribado en el resto de población con obesidad, que suele atenderse en Atención Primaria. Además, todos los pacientes con diabetes tipo 2 deberían ser cribados, ya que en ellos la prevalencia de hígado graso es muy elevada (70%-80%), y el riesgo de fibrosis es más alto”, ha apostillado.

El vicepresidente segundo de la SEEN indica que la investigación actual que se está produciendo en fármacos que logran reducir el peso de una manera importante,“traerá pronto nuevas moléculas para su uso en la práctica clínica”.