/p>>Un artículo de Asociación Jubilares

Todos queremos envejecer. La alternativa a ello no parece muy deseable… Sin embargo, contar con más años tiene un coste que no solo nos recuerda amenazadoramente el espejo, sino también una sociedad donde desde hace tiempo se ensalza la juventud como un valor en sí mismo. La edad resulta así un estigma que marca en la vida laboral, en la calle, en el ámbito sanitario, en el hogar…
geriatricarea estigma edadEn el debate “¿Se discrimina a los mayores?”, del programa “Para Todos la2″, algunos expertos aportan su visión sobre el tema. Puedes pinchar en la imagen, no tiene desperdicio:
El edadismo o discriminación por la edad es real y muchas veces pasa desapercibida. Los estereotipos asumidos de forma generalizada llevan a pensar a todos (incluidas las personas mayores) que hay temas que ya “no son propios de la edad” (Pedro Sánchez Vera señala como ejemplo el asunto amoroso), en la participación política (aunque los mayores suponen un 30% del conjunto de votantes), en lo laboral: “tienen menos competencia“, estereotipo que recuerda en el programa Antonio Bustillos.
Hoy las medidas para el empleo están dirigidas fundamentalmente a las personas jóvenes. Sin embargo el perfil tipo de la persona desempleada es mayor de 40 años, recuerda Angels Valls (Formación e inserción laboral de Caritas). La discriminación por la edad comienza temprano…
La clave es que el mercado de trabajo discrimina a las personas mayores, no porque valgan menos, sino porque cuestan más. Los jóvenes “resultan más económicos” para las organizaciones laborales. Y para favorecer esta situación se ha extendido la creencia de la “baja competencia” de la persona mayor. Se trata de “prejucios absolutamente paternalistas”. Ante una situación de brecha digital se extiende la idea de que ya no eres capaz de hacer lo que hacías antes, ha bajado el nivel de competencia porque no eres capaz de adaptarte. Eso es falso.
El debate plantea un reto para la sociedad: “cada vez más ancianos, pero menos contacto generacional”. El tiempo de jubilación es muy grande y uno de los grandes retos es encontrar qué aportaciones pueden realizar los mayores. Ante la gran demanda de empleo se desprecia a este segmento de la población. El problema es comprender que esto es un asunto de competencia por el trabajo, cuando el tema quizá es el de reconsiderar una sociedad en la que todas las personas tienen algo que aportar, es un derecho a reivindicar.
Existe una ideología que impera que ve a las personas mayores como “mantenidas por las personas que trabajan”, cuando en realidad ellas ya aportaron muchísimo a la sociedad. De hecho, su aportación económica es hoy en día el colchón que está amortiguando los efectos devastadores de la crisis. Cuántos de los mayores que se consideran ellos mismos poco capaces son los que están siendo el sustento de sus familias… Recordamos la cifra que se nos dio hace unos meses: el 60% de las personas mayores de 65 años está ayudando económicamente a sus familiares y amigos.
Es curioso, los niños y jóvenes, también son mantenidos por el resto de la sociedad, pero ésta los considera una inversión. Entendemos que se trata de una apuesta. En el caso de las personas mayores la aportación ya se hizo, es el momento de recoger los frutos de lo que sembraron. No reconocer este derecho es absolutamente injusto.

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La vejez se vincula a una imagen social profundamente desvalorizada

Un tema central es que “la vejez se trata como si fuera una enfermedad”, y éste es un estereotipo extendido en todo el mundo. Sin embargo la mayoría de las personas mayores tiene buena o muy buena salud (80% en la actualidad). Sí enferma la sociedad cuando se asumen estos estereotipos.
Las personas que asimilan los estereotipos negativos de la persona mayor tienen una esperanza de vida 7,5 años menor que el resto. No es poca cosa, por eso requerimos de una nueva pedagogía que reivindique el valor de las personas mayores, hemos de destruir esos falsos estereotipos.
El objetivo es que las personas mayores recuperemos la autoestima. Además, se ha de alertar a las empresas sobre las ventajas que tiene contratar a personas mayores: “compromiso, control emocional, fidelidad a un proyecto, gran bagaje de conocimientos…” Hemos de renovar las políticas de gestión laboral, de conciliación, de flexibilidad…
Hace un par de años leíamos que “El edadismo ha sido señalado como la tercera gran forma de discriminación de nuestra sociedad, tras el racismo y el sexismo”. Recientemente hemos sabido que un 12% de las personas mayores declara sentirse maltratada. Edadismo y maltrato están bien relacionados.
El edadismo es una lacra bien identificada desde hace 45 años, cuando Robert Butler, publicó en artículo titulado “Ageism (Edadismo): Otra forma de intolerancia”. En él se refería a la serie de estereotipos, actitudes negativas, y actos discriminatorios hacia el envejecimiento y el adulto mayor. Desde esta perspectiva, como bien describe Franco Mascayano en este interesante artículo sobre el tema, la vejez se vincula a una imagen social profundamente desvalorizada, a personas con múltiples limitaciones, con un alto nivel de inadaptación, y que en su mayoría presentan discapacidades físicas y mentales. En palabras del psicólogo Ángel Moreno “una etapa vital asexuada, vulnerable, decadente y regresiva”.
Para acabar con el edadismo las personas mayores hemos de tomar la palabra, somos los primeros que podemos reivindicar nuestro valor desde nuestra propia acción.