Un artículo de Fátima Villar Puerto,
Vicepresidenta de la Sociedad Andaluza de Geriatría y Gerontología (SAGG)

Las personas mayores son, ante todo, personas. A toda persona, con independencia de su edad, sexo o condición, se le presupone el derecho a la autodeterminación. En algunos momentos de nuestra vida esta capacidad puede verse mermada, pero no por ello debemos ignorar los gustos, preferencias y apetencias expresadas a lo largo de su vida.

Las personas mayores, en muchas ocasiones y de forma voluntaria, delegan en sus familiares y entorno la capacidad de determinar decisiones que ellos deben tomar. Sin duda, sus familiares cuidadores son determinantes en su atención, porque son ellos, conocedores de la historia de vida de quien cuidan, los encargados de velar por este derecho que es la base para la felicidad y bienestar de nuestros mayores.

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La persona mayor, por el mero hecho de ser mayor, no deja de ser dueña de su vida

¿Cuántas veces a lo largo de la vida nosotros, poseedores de conocimientos y capacidades, nos hemos equivocado? Y ellos, nuestros mayores, siempre estuvieron a nuestro lado, recordándonos en muchas ocasiones que sabían que eso iba a suceder, porque la vida y la experiencia son una gran fuente de sabiduría que ni la escuela ni la universidad te pueden enseñar.

En ocasiones el afán de cuidar y proteger a nuestros mayores son la causa de tomar decisiones erróneas en el cuidado del mayor, decisiones razonadas y teóricamente correctas pero que no han tenido en cuenta el primer principio de toda decisión, la voluntad de la propia persona.

Las personas mayores, por el mero hecho de ser mayor, no dejan de ser dueños de su vida, son y serán hasta el último día de sus vidas los verdaderos protagonistas de ellas y nuestra labor, como familiares y profesionales, es respetar su autonomía y darles las herramientas necesarias para poder ejercerlas.

Debemos explicar, con un vocabulario fácil y accesible, cada situación física, social o familiar a la que deben enfrentarse. Debemos informar de las diferentes posibilidades reales y factibles que existen para hacer frente a su presente, y debemos preguntarles como desean enfrentar su futuro, un futuro que solo a ellos les pertenece.

Ellos son los dueños de su pasado, presente y futuro, nuestra deuda con ellos es infinita y, en base a ella, debemos ser cómplices y parte de este proyecto, el proyecto de envejecer de forma libre. Ellos, que nos enseñaron a dar los primeros pasos en la vida, ahora necesitan que seamos su bastón, sin olvidar que la dirección, velocidad y tiempos solo a ellos les corresponde marcarlas.