Un artículo de Sonia Terrón Pérez,
Terapeuta Ocupacional en atención domiciliaria, responsable de Mas Terapia en Madrid

El síndrome de inmovilidad es uno de los síndromes geriátricos más comunes, aunque no es exclusivo de los adultos mayores. Es originado por cambios fisiopatológicos en múltiples sistemas, condicionados por el envejecimiento y el desuso. Se manifiesta con deterioro funcional y limitación de la capacidad de movilización, siendo multifactorial y reversible en función de su etiología.

Se caracteriza por un deterioro significativo en la calidad de vida donde las principales causas son el deterioro y disfunción del sistema óseo y articular, las enfermedades broncopulmonares, las enfermedades neurológicas y cardiovasculares, la disminución o pérdida de la visión, la inmovilidad prolongada tras una intervención quirúrgica o una lesión, los efectos secundarios de la medicación, etc., afectando a la independencia de la persona y a las actividades de la vida diaria.

geriatricarea inmovilidad
El síndrome de inmovilidad conlleva una serie de complicaciones que repercuten en la autonomía y en la funcionalidad de la persona

El síndrome de inmovilidad conlleva una serie de complicaciones que repercuten en la autonomía y en la funcionalidad de la persona. Su gravedad dependerá del grado y duración del síndrome, que acabarán llevando a la fragilidad y a la dependencia. Entre las complicaciones destacan:

  • Pérdida de masa muscular, debilidad, atrofia por desuso, contracturas, rigidez, deformidad articular, retracciones tendinosas, posturas viciosas, osteoporosis que aumenta el riesgo de fracturas, etc.
    -Incontinencia urinaria, retención urinaria, cálculos e infecciones urinarias.

  • Úlceras por presión, áreas cutáneas dolorosas y eritematosas, maceración y atrofia.

  • Riesgo de caída por alteración del equilibrio y de la coordinación.

  • Dificultad para mantenerse de pie o dificultad para caminar sin ayuda de otra persona.

  • Hipotensión ortostática, disminución de la tolerancia al ejercicio, reducción del volumen circulante y de la reserva funcional cardíaca, disnea, trombosis venosa profunda, tromboembolismos…

  • Deterioro de la capacidad respiratoria, neumonías por aspiración, aumento de producción de moco y disminución de movilidad ciliar, que junto al menor reflejo tusígeno dificulta la expulsión de secreciones bronquiales produciendo infección respiratoria.

  • Pérdida de minerales y oligoelementos, deficiencias inmunológicas y alteración de su respuesta, mayor resistencia a la insulina con tendencia a la hiperglucemia, etc.

  • Pérdida de apetito, problemas de deglución y enlentecimiento digestivo, tendencia al reflujo gastroesofágico, estreñimiento e impactación fecal.

  • Deprivación sensorial por falta de estímulo, mayor deterioro cognitivo, cuadros de síndrome confusional, trastornos de la atención y falta de motivación.

  • Menor autonomía y funcionalidad de la persona mayor. Dependencia para realizar actividades básicas.

  • Finalmente, la inmovilización genera una fatiga general, estrés, depresión, aislamiento social, incapacidad para el propio cuidado, agotamiento del cuidador e institucionalización.

De ahí, la importancia de fomentar la movilización de la persona dependiente, siempre en la medida que esto sea posible.

Es necesario realizar una valoración geriátrica integral para detectar a la persona con riesgo de desarrollar inmovilidad e implementar las acciones necesarias para prevenir la aparición del síndrome y, si este se ha instaurado, programar intervenciones para intentar revertirlo, tratar las complicaciones ya establecidas y evitar la aparición de otras nuevas.

La prevención e identificación precoz del síndrome de inmovilidad es fundamental y la mejor manera de prevenirlo es mantener la movilidad. Algunas recomendaciones para prevenir la inmovilidad en el domicilio:

  • Fomenta la actividad social y la participación de la persona en las actividades de la vida diaria dentro de sus posibilidades.

  • Promueve los desplazamientos por casa y en la calle.

  • Utiliza productos de apoyo cuando sea necesario como un bastón, una muleta o un andador.

  • Se aconseja realizar ejercicio físico como caminar, montar en bicicleta, practicar natación, golf, baile, taichí, etc., para mantener o mejorar la movilidad y la función muscular. El ejercicio se adaptará según la patología y severidad.

  • Si es preciso, consulta a un terapeuta ocupacional para la adaptación del entorno u hogar, para favorecer los desplazamientos y el mantenimiento de la autonomía.

Una vez establecida la inmovilidad, es conveniente iniciar cuanto antes los cuidados específicos de prevención y/o tratamiento de las complicaciones orgánicas, psicológicas y sociales, y la adaptación del entorno. También, se llevará a cabo un programa de rehabilitación de fisioterapia y terapia ocupacional que será individualizado, teniendo en cuenta el tiempo de evolución, la reserva funcional, el entorno, el apoyo familiar, etc.

Interesa conocer en la medida de lo posible, el tiempo de inactividad, el estado general de la persona y las causas determinantes que lo agravan.

Algunos consejos para revertir la inmovilidad y/o evitar posibles complicaciones en el domicilio:

  • Se debe prestar atención a la postura y a la alineación corporal, así como a la realización de movimientos precoces mediante ejercicios activos o pasivos, según la situación de la persona.

  • Es importante tratar la inmovilidad con una rehabilitación domiciliaria especifica, individualizada y adaptada a la persona con un programa progresivo de movimiento, para conseguir la sedestación, la bipedestación, reanudar la marcha…

  • Realiza frecuentes cambios posturales para prevenir problemas cutáneos y evitar la aparición de úlceras por presión.

  • Es aconsejable unos cuidados básicos de la piel como una buena higiene.

  • Usa almohadas o alguna protección en las zonas de mayor presión como en codos, rodillas, en la zona sacra, en los talones…

  • Favorece un patrón horario de micción y deposición para prevenir infecciones y problemas cutáneos.

  • Si presenta alguna complicación en la piel, problemas respiratorios, entre otros, consulta con su médico o especialista.

  • La dieta deber ser equilibrada, variada y rica en fibra. Además, una hidratación y alimentación adecuada, evitando déficit proteico, previene de complicaciones cutáneas, de estreñimiento, de desnutrición…

  • Si presenta dificultad para comer o beber, consulta a un profesional por si has de modificar la consistencia de los alimentos.

  • Consulta a un terapeuta ocupacional para facilitar el desempeño de ciertas actividades a través del uso de producto de apoyo (cojines y colchones antiescaras, camas articuladas, grúas, alza inodoros, etc.) y/o a través de la modificando del ambiente con una adecuada iluminación, eliminando barreras arquitectónicas, facilitando la apertura de puertas, cambiando la bañera por plato de ducha, etc., para favorecer los desplazamientos y el mantenimiento de la autonomía.

  • Promueve la participación de la persona en las actividades básicas de la vida diaria como en las transferencias, en los desplazamientos, en la alimentación, en el aseo…

Por tanto, es importante conocer el síndrome de inmovilización, sus complicaciones, así cómo prevenirlo y tratarlo adecuadamente, pues es un síndrome muy común en el adulto mayor.