Un artículo de Sanitas Mayores

Mantener una buena calidad de vida para las personas mayores es un objetivo alcanzable si se combina con una alimentación equilibrada, actividad física, bienestar emocional y controles médicos regulares. Sin embargo, más allá de adoptar buenos hábitos, es esencial comprender los desafíos propios del envejecimiento, como la pérdida de masa muscular, la fragilidad ósea, el riesgo de caídas o el impacto del aislamiento en la salud mental. En este sentido, la Organización Mundial de la Salud declaró la década 2021-2030 como la Década del Envejecimiento Saludable, con el propósito de garantizar que la expectativa de vida saludable crezca al mismo ritmo que la esperanza de vida.

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Lograr un envejecimiento saludable es una meta alcanzable y debe ser un objetivo compartido por individuos, familias y la sociedad

El envejecimiento saludable no se limita a la ausencia de enfermedades, sino que implica la capacidad de adaptarse a los cambios físicos, psicológicos y sociales propios de la edad. En Sanitas Mayores, este principio orienta el desarrollo de estrategias enfocadas en el bienestar integral. Para lograrlo, es necesario adoptar hábitos que refuercen tanto la salud física como el equilibrio emocional.

El estado físico influye directamente en la independencia y en la prevención de enfermedades. Con el paso de los años, el deterioro muscular y óseo puede afectar la movilidad y la autonomía, por lo que la prevención juega un papel clave. Una alimentación equilibrada, basada en frutas, verduras, legumbres y cereales integrales, junto con una adecuada ingesta de proteínas procedentes de carnes magras, pescado y productos lácteos, contribuye a mantener la energía y fortalecer el organismo.

A medida que se envejece, la absorción de ciertos nutrientes esenciales, como la vitamina D, el calcio y la vitamina B12, puede disminuir, lo que hace necesario un control nutricional adecuado para evitar déficits que afecten la salud ósea, la función cognitiva y el sistema inmunológico. También es recomendable reducir el consumo de azúcares y grasas saturadas, así como mantener una hidratación adecuada.

El ejercicio desempeña un papel fundamental en la movilidad y el bienestar general. Caminar a diario, realizar ejercicios de estiramiento y fortalecimiento muscular o practicar actividades que mejoren el equilibrio y la coordinación son prácticas beneficiosas. Eso sí, no todos los ejercicios son adecuados para todas las personas. Adaptar la intensidad y el tipo de actividad a las capacidades individuales ayuda a prevenir lesiones y maximizar sus efectos positivos. Un plan personalizado, diseñado con el asesoramiento de profesionales, puede marcar la diferencia.

El bienestar emocional es otro pilar del envejecimiento saludable. El aislamiento social tiene consecuencias directas en la salud mental y física, aumentando el riesgo de deterioro cognitivo y depresión. Mantener el contacto con familiares y amigos, participar en actividades comunitarias o desarrollar nuevas habilidades no solo estimula la mente, sino que también fortalece el sentido de pertenencia.

En este contexto, en las residencias de Sanitas hemos instalado Alexa Smart Properties for Senior Living, un dispositivo con el que estamos consiguiendo facilitar la interacción social, promoviendo la autonomía de los residentes y mejorando el acceso a servicios y recursos de manera sencilla y eficiente.

El descanso adecuado también influye en la calidad de vida. Con la edad, el sueño tiende a fragmentarse y los despertares nocturnos son más frecuentes. Para mejorar su calidad, conviene mantener horarios regulares, evitar la cafeína en las horas previas al descanso y favorecer la exposición a la luz natural durante el día, lo que ayuda a regular el ritmo circadiano.

Por último, los controles médicos periódicos permiten detectar y tratar enfermedades a tiempo. Las revisiones regulares, el seguimiento de enfermedades crónicas y la actualización del calendario de vacunación son medidas esenciales para preservar la salud.

Lograr un envejecimiento saludable es una meta alcanzable y debe ser un objetivo compartido por individuos, familias y la sociedad en su conjunto. Fomentar hábitos que favorezcan la salud física, emocional y social permite disfrutar de una vida plena y activa. Para ello, es clave un enfoque integral que combine la responsabilidad personal con estrategias de atención especializadas y políticas que fomenten un envejecimiento digno y saludable.