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Un artículo de Fdo. José Luis Blanco
jefe de audiología de Oticon España

El envejecimiento saludable es, según la OMS, un estado positivo y libre de enfermedades. En este sentido, en los últimos años distintas ramas de la medicina están poniendo el foco en garantizar una tercera edad lo más activa posible. Si bien es cierto que durante esta etapa suelen surgir enfermedades o situaciones que alteran y dificultan el manteniendo del ritmo de vida habitual, la tendencia actual es a generar modificaciones que permitan, con la capacidad funcional de cada persona, mantener en la medida de lo posible esos hábitos.
Las personas de tercera edad, franja que comienza alrededor de los 60 años, representan en la actualidad aproximadamente el 12% de la población mundial, pero se prevé que alcance más del 20% en 2050. Sin embargo, y pese a lo que algunos sectores creen de manera equivocada, este amplio grupo de la población lleva a cabo aportaciones tanto sociales como económicas de alto valor añadido para nuestra comunidad. No se trata, por tanto, de personas sin actividad, sino más bien al contrario, de un sector realmente participativo. Y es precisamente por su relevancia para la sociedad en su conjunto por lo que su atención y correcto cuidado es tan importante.
Entre las principales problemáticas a las que se enfrentan las personas mayores se encuentran las enfermedades crónicas, entre ellas los trastornos de las articulaciones, del corazón, y en tercer lugar la hipoacusia. Si bien las dos primeras suelen contar con controles preventivos desde edades tempranas, y se aplican tratamientos específicos que ayudan a mejorar y paliar sus efectos, lo cierto es que los problemas auditivos se ven relegados a un segundo, o incluso tercer plano, porque se consideran achaques de la edad. Pero la realidad es muy diferente, y es que con unas medidas preventivas adecuadas y el uso de audífonos en los casos oportunos, se pueden llegar a conseguir resultados altamente positivos.
 
Una vida activa supone mucho más que ir a trabajar a diario. Encuentros entre amigos, paseos, compras, viajes… un sinfín de actividades sociales que implican un elevado grado de interactividad social y que la pérdida de audición puede llegar a afectar de manera negativa. Y es que los problemas de audición, a cualquier edad, van más allá de la dificultad de comprensión del mensaje, ejerciendo una fuerte influencia sobre la comunicación y las relaciones interpersonales.

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La adaptación del audífono es clave a la hora de garantizar una mejor audición

Cuando una persona no escucha con propiedad, no tiene capacidad de dar una respuesta adecuada, por lo que el hilo comunicativo se pierde. Como resultado de esta incapacidad de mantener una simple conversación fluida se generan situaciones de conflicto en las que, por un lado, la persona con problemas auditivos se siente frustrada, y por otro, el entorno puede llegar a perder interés. Este proceso puede suponer una degeneración de la situación social de la persona en cuestión, que se mostrará cada vez más retraída y propensa al aislamiento social. Y de ahí a la depresión el camino es demasiado corto.
Para conocer la realidad de esta situación se han realizado varios estudios sobre los factores que pueden influir y modificar el comportamiento de las personas mayores, llegando a la conclusión de que, de todos los factores influyentes (tanto internos como externos), como podría ser el deterioro físico o la disminución del poder adquisitivo generada por la jubilación, es la pérdida auditiva una de las que más afecta en términos de sociabilidad y problemas cognitivos.
En este sentido, además se han realizado estudios para comprobar cómo la pérdida auditiva puede afectar a diversos ámbitos de la vida de una persona. Entre ellos, se ha descubierto su vinculación con la depresión. No todas las personas con depresión sufren pérdida auditiva, pero sí suele ser una enfermedad con una alta incidencia en estos pacientes. De hecho, se calcula que el 7% de las personas de la tercera edad sufren depresión. Y este estado implica necesariamente una menor sociabilidad, ya que entre los síntomas de la depresión se encuentra la falta de ánimo, así como una menor iniciativa para llevar a cabo actividades, incluso las más rutinarias y sencillas.
En segundo lugar, la hipoacusia ha sido relacionada con el deterioro cognitivo, y además con el desarrollo de demencia, como resultado de un uso deficiente de la actividad cerebral, generada precisamente por el sobre esfuerzo al que este órgano se ve sometido. Y es la demencia una de las enfermedades que más afectan a la actividad y sociabilidad de las personas debido a la falta de memoria y a la mala utilización de la información que llega al cerebro.
Esta enfermedad además acarrea múltiples problemas sociales y económicos, ya que no implica únicamente al paciente, sino a todo su entorno. Su falta de recuerdos, o la incapacidad de reconocer a las personas más cercanas hace que estos, incluso, lleguen a necesitar también apoyo psicológico.
La prestigiosa revista The Lancet ha publicado recientemente un artículo en el que especifica las causas evitables que pueden ayudar al desarrollo de la demencia y problemas cognitivos y el factor evitable que más contribuye al riesgo de padecer demencia, con un 9%, es la hipoacusia no tratada entre los 45 y 65 años.
En cualquier caso, lo cierto es que la hipoacusia no puede revertirse, ya que las células perdidas no pueden ser recuperadas. Por este motivo, el avance en audiología está enfocado en la elección de los audífonos más apropiados para cada persona. Cada paciente presenta unas características y dificultadas particulares que el experto debe tener en cuenta.
En este sentido, la adaptación del audífono es clave a la hora de garantizar esa mejor audición y por tanto, calidad de vida. Y esta adaptación va en la línea de la evolución tecnológica. Cada vez es más habitual el desarrollo de una programación particular, la implantación de unos cánones especiales y por tanto, la personalización de cada aparato auditivo a las necesidades específicas de cada persona.
El envejecimiento de la población ha de venir de la mano de un envejecimiento activo. Pero no debe relegarse a la práctica deportiva o a la vida social, sino que desde las instituciones médicas debe trabajarse para garantizar unas condiciones de salud estables y la detección y rehabilitación precoz de la pérdida auditiva para permitir a cada persona llevar a cabo este tipo de actividades y prevenir en lo posible, la aparición de la demencia o problemas cognitivos.